Los límites de la libertad
Actualizado: GuardarHan transcurrido ya varios meses desde que el conductor de un programa de radio de una cadena nacional, iniciara una cada vez más insistente campaña de graves insultos y descalificaciones personales y empresariales contra el diario ABC y Vocento.
El citado locutor incluso ha pedido que los oyentes de su programa que sean suscriptores o lectores del periódico dejen de serlo, llegando al extremo de facilitar en antena los teléfonos del departamento de suscripciones para darse de baja. Un comportamiento así, que en algún ámbito, como el de la publicidad, está absolutamente prohibido, supera con mucho los límites de la libertad de expresión y carece de precedentes en la historia reciente de la comunicación en España, pese a que en ésta no han faltado enfrentamientos entre grupos empresariales de prensa y periodistas atrincherados en sus columnas.
Pero nunca se ha llegado a un extremo tal, ni en el grado de los insultos ni en la duración de la campaña ni en la insistencia. Esta es la razón de que el Grupo Vocento, al que pertenece el diario ABC, y la propia sociedad editora de este periódico presentaran una demanda ante la jurisdicción mercantil, en defensa de sus intereses.
En ella solicitaban, entre otras cosas, la adopción de medidas cautelares que pusieran fin a lo que los demandantes consideran actos de competencia desleal y denigración. El pasado 30 de junio, el titular del Juzgado número 5 de lo Mercantil de Madrid dictó un auto en el que acepta en lo sustancial las medidas cautelares solicitadas y en consecuencia ordena a los demandados a que se abstengan de manera provisional de utilizar una serie de expresiones denigratorias que habían sido comunes en sus intervenciones y que el propio juez enumera con detalle.
En este punto del contencioso, ha irrumpido en escena el diario El Mundo, que el pasado viernes incluía en sus páginas una nota editorial en la que considera que la adopción de las citadas medidas cautelares es una «inaceptable censura por lo mercantil». Es, sin duda, una actitud sorprendente la de este diario, y ello por varias razones. La primera, que El Mundo ha asistido impávido a los ataques continuos, los insultos desaforados y las condenables prácticas de competencia desleal dirigidos contra ABC. Al parecer, a El Mundo, no le parece que ello suponga un quebrantamiento no ya del fair play que debe regir las relaciones entre empresas, sino el de los límites que la libertad de expresión debe tener precisamente para evitar que en su nombre se causen daños irreparables. Decía El Mundo en su nota que le resulta difícil comprender por qué Vocento y ABC han elegido la vía mercantil para su demanda.
Dejando a un lado que se arroga un papel de asesor jurídico que nadie le ha pedido, no parece que la elección haya sido mala, ni por la naturaleza de la demanda interpuesta ni por la primera decisión judicial obtenida a partir de la misma.
Pero es que además resulta por lo menos llamativo que, a partir de esa decisión judicial que ha supuesto la aceptación de la mayor parte de las medidas cautelares solicitadas, El Mundo aparezca en escena investido de adalid de la libertad de expresión y criticando al órgano judicial competente por su auto. Por lo visto, para el colega madrileño no asiste a ABC derecho alguno: ni a la salvaguarda de su imagen ni a su prestigio profesional e informativo. Sobre eso no tiene nada que decir El Mundo, preocupado tan sólo por el hecho de que un periodista no pueda insultar cada mañana a ABC. Con todo, quizá lo más sorprendente en todo este desagradable episodio es que ahora mantenga esta postura contraria a las medidas cautelares descritas, un periódico y un director que, no hace tanto tiempo las han solicitado cuando se vieron víctimas de ataques injustificados, algunos de ellos de carácter muy personal. Entonces, periódico y director encontraron el apoyo de sus colegas, incluido ABC, porque consideraban que esos ataques no podían entenderse como amparados por la libertad de expresión.