Querida Violeta:
Actualizado: GuardarTú no me conoces y, probablemente, no lo harás nunca. Yo, hasta hace unos días tampoco te conocía. Pero te ví, con tus piececitos descalzos, negros de hollín y salpicados de sangre, propia y ajena, llevada en volandas por un voluntario que miraba hacia abajo para no verte la carita de sufrimiento y susto. Esos piececitos han calzado miles de veces unas medias puntas, ese calzado que las niñas que practicáis gimnasia rítmica, desde muy chiquitita, rompeís cientos de veces, de tantas horas de entrenamiento. Como mi hija Laura, que también es gimnasta y tiene, como tú, algunas medallas y diplomas. Laura aún es pequeñita y le llevas ventaja. Maravillabas a todo el pueblo de Torrent y especialmente a tus padres. Y tu madre se sentía tan orgullosa de tí como yo me siento cuando veo competir a Laura. Ese maillot que preparábais junto a las redecillas del moño. Como yo hago con Laura, cada noche antes del día del torneo. Por eso me alegro tanto de que te vayan a dar el alta, aunque me angustia saber que pronto te darán la fatal noticia. Siempre estarás triste porque entraste con tu mami en ese vagón de metro un maldito 3 de julio que nadie te arrancará del alma, pero sé siempre feliz porque un ángel maravilloso hará desde el cielo que el extremo de tu cinta multicolor no toque el suelo. No te conozco, Violeta, pero te quiero.
Belén Peralta Pérez. Puerto Real