Huelga de pilotos
Actualizado: GuardarUn tercio de los vuelos de la compañía Iberia fueron cancelados ayer por la huelga de pilotos y aunque la opinión pública, resignada a estas medidas de fuerza tan lesivas para los intereses de los consumidores, ha encajado la noticia con la habitual irritación de tener que soportar la cancelación de vuelos en esta época del año, es preciso reconocer que en esta ocasión hay algo que la hace distinta de las anteriores. Y es que pocas veces una huelga convocada por un grupo de trabajadores había suscitado tanta animadversión incluso entre las grandes centrales sindicales, que se han mostrado radicalmente en contra y han llegado a afirmar que «el colectivo privilegiado de los pilotos está poniendo en serio riesgo el futuro de la compañía». Hasta ahora, el Sepla había tratado de preservar los privilegios de los que disfrutaron durante la época de los monopolios nacionales de las llamadas compañías de bandera, lo que la convirtió en una empresa pública ajena -como el resto de sus hermanas-, a las leyes mercantiles. Sin embargo, y según la dirección de Iberia, lo que los pilotos pretenden con esta campaña de movilizaciones no es ya una reivindicación laboral sino impedir que Iberia participe activamente en el capital constitutivo y en la gestión de Catair, una aerolínea de bajo coste que debería permitirle competir en determinados mercados de los que está siendo literalmente expulsada; algo que a su juicio es una intromisión ilegítima en la definición y en las grandes decisiones de la estrategia futura de la compañía y por lo que ha reclamado a la Administración que declare ilegal la huelga. Por su parte, y seguro que con razón, los pilotos temen que esta flexibilización de la compañía -inevitable si quiere sobrevivir en la actual jungla del transporte aéreo-, suponga a la larga la desaparición de buena parte de sus ventajas, y muy concretamente del concepto de antigüedad, por el cual perciben salarios muy por encima de los de la competencia. Es por esto, y superado el despropósito inicial de exigir a la compañía un aval bancario para garantizar sus salarios hasta la jubilación, que las reclamaciones de los pilotos se centran ahora en que Iberia les garantice por escrito que no se perderán puestos de trabajo. Siempre es duro para un trabajador asumir que debe renunciar a parte de sus privilegios y los pilotos -sería injusto no reconocerlo-, ya lo hicieron tras la crisis aeronáutica de la segunda Guerra del Golfo con la asunción de cláusulas especiales de reducción de salarios. Pero se equivoca el Sepla si piensa que su colectivo puede tratar de alterar gratuitamente las reglas del libre mercado utilizando medidas de presión que dañan los intereses de los viajeros, que son quienes en último extremo pagan, hoy en día, sus nóminas. La dirección de Iberia puede acertar o equivocarse en sus decisiones empresariales, de ello responderán ante los accionistas; y los pilotos de una compañía están para garantizar con su profesionalidad y excelente formación que los vuelos bajo su directa responsabilidad se realizan con todas las garantías de seguridad exigibles.