La novia del sol
Actualizado: GuardarComo gaditano de a pie normal y corriente, amante de todo lo de Cádiz, qué feliz y dichoso me encuentro cuando paseo por las calles principales del casco antiguo y las veo llenas de turistas. No sé por qué, una agradable sensación rebosa mi existencia y con la sonrisa a flor de piel me pierdo por el laberinto de su geografía urbana rodeado de turistas y de toda clase de gente que va y viene despacio y sin prisas, en ese ceremonioso ritual de carácter universal.
Pasear por las calles principales del centro histórico acariciado por la refrescante brisa de la mañana es un placer para el alma y los sentidos. Fundirse en esa vertiginosa feria de amenidades es una maravillosa experiencia vivificadora. Es todo un placer entregarse y dejarse llevar por la marea humana en ese corto, pero afinado espacio del circuito comercial gaditano. ¿Cuánta gente! ¿Cuántos turistas llegados de todo el mundo se cruzan a tu paso por la Plaza de San Juan de Dios, Pelota, Columela, Catedral, Plaza del Palillero, San Francisco...! Personas llegadas expresamente para visitar nuestra ciudad y disfrutar de sus muchos encantos, de su historia y de su cultura.
Últimamente el turismo gaditano capitalino ha tomado un notable interés y ascenso y bien que se nota en nuestras calles y en nuestras plazas todas vestidas de colorines, y al escuchar como un agradable susurro en nuestros oídos el acento y los ecos de otros idiomas y de otras lenguas. Entonces, por dentro, notas que no estás solo, y mucho menos, que no estás aislado.
Los Organismos competentes de Turismo trabajan infatigables y con ideas en éste difícil campo, y es justo reconocer, que están triunfando por el tesón que se le presta y el trabajo que desarrollan. Ahora nos toca a nosotros los gaditanos tener la última palabra. Nos corresponde por derecho propio ponerle la guinda al sabroso pastel que tan artesanalmente y con tanto mimo están cocinando. Es al pueblo de Cádiz y a sus hijos a quien nos corresponde poner la guinda con nuestras cultura, con nuestro estilo y caché y con nuestra peculiar simpatía.
Sin olvidar ninguna de las tres cosas, y haciendo uso de ellas, los gaditanos debemos de recibir al turista con los brazos abiertos como nuestras Puertas de Tierra. Dándole una bienvenida cordial y familiar. Correcta y amable. Servicial, pero sin servilismo. Ofreciéndoles una ciudad limpia y aseada, cuidada y remozada. Una ciudad antigua -la más vieja de Occidente- y a la vez, una ciudad moderna culta y preparada.
Por todo ello: Bienvenido a Cádiz el turismo. A la ciudad que sonríe. A la ciudad donde más arte y más gracia hay por metro cuadrado. A la cuna de tantos hombres y mujeres ilustres. Baluarte y adelantada de la historia. A la ciudad que dictó las leyes más progresistas del mundo. A la ciudad de la Luz y de la armonía. A la Salada claridad. Bienvenidos a Cádiz: la novia del sol.