Consuelo en Jesús
Ratzinger recordó por cinco veces la memoria de los fallecidos en el accidente del metro de Valencia y ofreció apoyo a sus familiares en la Basílica de la Virgen de los Desamparados
Actualizado: GuardarCON el corazón aún encogido por la tragedia del metro, muchos valencianos buscaban en la visita papal consuelo a una desgracia más inesperada que ninguna, por haberse producido en vísperas de un acontecimiento para el que la ciudad llevaba meses preparándose. Dispuesto a reconfortales, Benedicto XVI aprovechó ayer cada una de las paradas de su ajetreado recorrido para dirigir palabras de aliento a los allegados de las víctimas y a todos los que las necesitaran. Entre éstos se encontraba Jesús García, uno de los bomberos que participó en las tareas de rescate y que ayer pudo estar de nuevo junto al Papa, sólo dos meses después de que éste le recibiera en audiencia como estudiante de Teología.
Hasta cinco veces mencionó Ratzinger a los fallecidos el pasado lunes. La primera, nada más tomar tierra; la segunda, ante la estación de Jesús, la más cercana al lugar del siniestro; la tercera, frente a la Virgen de los Desamparados, donde, además, abrazó a los familiares; la cuarta, durante el Ángelus, y, la última, por la noche. En el recinto acondicionado en el aeropuerto de Manises para dar la bienvenida a la comitiva vaticana, el pontífice dirigió sus primeras palabras. Bajo el baldaquino que protegía del intenso sol, y tras agradecer a Juan Carlos I y al resto de autoridades su recibimiento, Ratzinger se acordó del «dolor de las familias que lloran por sus seres queridos, víctimas del trágico accidente».
Con los príncipes
La tragedia obligó a cambiar el trazado del recorrido para incluir una parada obligatoria: la boca de metro de la estación de Jesús, a la que llegó el pontífice en 'papamóvil'. Allí le esperaban los Príncipes de Asturias junto con miembros de Protección Civil y del cuerpo de bomberos, entre ellos Jesús García: «Tengo una foto con él y hoy volveré a verle de cerca», decía poco antes de cumplir su deseo y lamentándose al mismo tiempo de la circunstancia en la que se producía. Recordó el «oxígeno» que aportaba ir rescatando heridos para coger fuerza y afrontar así el horror que esperaba al final del convoy: «Es una imagen que nunca olvidaré. Ver todo lleno de cadáveres te deprime, pero intentamos minimizar lo más crudo. Si no, no podríamos seguir con este trabajo», reconocía el bombero.
Tras descender de su vehículo, el Pontífice se acercó a la alfombra amarilla que llegaba hasta la entrada del metro, mientras cientos de voces coreaban su nombre. Junto al primer escalón de acceso, depositó una corona de flores blancas y ofició en español un responso para pedir el «descanso eterno y en paz» de las víctimas. Fueron ocho minutos que los vecinos agradecieron desde los balcones, muchos de ellos decorados con banderas blanquiamarillas con crespones negros.
Abrazos a las familias
Fue en la Basílica de la Virgen de los Desamparados donde se produjo el esperado contacto entre el Papa y los familiares de los fallecidos. Ratzinger oró primero: «Con el corazón puesto en la misericordia divina, recemos todos juntos un padrenuestro en sufragio de quienes están ahora en presencia de Dios», dijo. Pidió a la Virgen «que sea consuelo para todas las familias que han sufrido las consecuencias del accidente que ha sumido en el dolor y el luto a sus hijos en esta ciudad». Y finalizó acordándose de las víctimas: «Dales, Señor, el descanso eterno y brille para ellos la luz perpetua. Descansen en paz. Amén». Acto seguido, se acercó a algunos familiares de las 42 víctimas, que le escuchaban intentando contener las lágrimas. Durante unos instantes los abrazó y reconfortó.
A la salida se gritaban consignas como 'No estamos solos, con nosotros Benedicto'. El pontífice se mantuvo atento al discurso del arzobispo de Valencia, Agustín García Gasco, que agradeció la visita «en estas horas de dura prueba en las que el dolor ha quebrado la alegría del encuentro». Añadió que «los fallecidos y sus familias son también nuestros muertos y nuestras familias», y señaló que el Papa había resultado «de gran consuelo con sus oraciones desde Roma y con su presencia y encuentro íntimo con las familias. A todos nos ha conmovido la ternura de su compañía». El Papa hizo también referencias al accidente durante el Ángelus, y en su discurso de la noche: «Me siento muy cercano con la oración a todos los que han vivido recientemente el luto y con la esperanza en Cristo resucitado, que dé aliento y luz aun en los momentos de mayor desgracia humana».