VUELTA DE HOJA

Autopsia a la Historia

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Los duelos con culpables son menos. El tren de las 13.06 frenó bruscamente ante el túnel. Iba a 80 kilómetros por hora y nadie tiene tanta prisa por llegar a su trabajo, ya que la tarea que les espera nunca se impacienta y sigue aguardando. La pregunta es por qué, si iba a esa velocidad, no hay rastro de la frenada. Ante la espantosa tragedia del Metro de Valencia, se nos revela una vez más la condición humana. En lugar de admitir la fatalidad, que tiene un pequeño margen de corrección, o la suerte o el destino, que se prestan muy poco a que desviemos su curso, lo que se reclama es un responsable. Puestos a eso, ¿quién mejor que el maquinista muerto? Los difuntos ya no pueden decir esta boca es mía y tienen que soportar todo lo que se diga de ellos. Ahora se hacen conjeturas sobre la conducta del conductor. Unos dicen que pudo sufrir un desmayo y otros opinan que pudo suicidarse.

Estamos en un tiempo de desconstrucciones. Se han puesto de actualidad con lo que Albert Boadella llama la «esquizofrenia paranoide nacionalista». No exagera el dramaturgo catalán que juega a bufón al decir que su tribu ha enfermado y la promiscuidad étnica facilita el contagio.

Más o menos, es lo mismo que dice el eminente hispanista Stanley G. Payne, que después de explicar, con pelos y señales sangrientas, cómo los políticos de la II República crearon las condiciones para ese otro accidente de Metro a escala nacional que llamamos Guerra Civil, estamos volviendo a las andadas. «España puede ser el primer país en desconstruirse en Occidente», nos advierte.

¿Por qué a un historiador se le presta menos atención que a un orador? Saber Historia cuesta más trabajo y más tiempo que echar un discurso.

Ahora están desconstruyendo al maquinista del convoy volcado. Quieren hacerle la segunda autopsia. Como a la reciente historia de España.