CHARLETAS GADITANAS

Del verano de antes al de ahora

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Dentro de unos días se celebra la festividad de la Virgen del Carmen, una fiesta muy popular, sobre todo, en las ciudades marineras de nuestras costas. En otros tiempos, aquí en Cádiz era el día señalado para el inicio de los baños en las playas. Aquello no era tan fácil como se cuenta, porque para bañarse había que cumplir una serie de requisitos que les voy a enumerar.

En muchas casas se solía llevar a los niños al médico de cabecera, entonces no había Seguridad Social como la de ahora que abarca a todo lo relacionado con la salud. Se iba al médico de familia que normalmente estaba adscrito a una llamada humanitaria, se pagaba una cantidad mensual y se tenía derecho a visitarlo cada vez que hiciese falta. Casi todos estos médicos tenían rayos X en sus casas y les hacían a los niños una revisión para autorizar su baño. Después, a los futuros bañistas se les daba un purgante y esto los obligaba a tener que quedarse en casa, por lo menos, dos días hasta que pasaban los efectos del mismo, que provocaba que tuviesen que hacer una serie de visitas al cuarto de baño. Una vez que se pasaba por todo esto llegaba el día 16, fiesta señalada, y ya se podía ir a la playa. No obstante, el 25, día de Santiago, nadie debía acercarse a la playa, porque ese día las mareas eran muy altas y peligrosas, aunque igual era el mejor día de playa. Los baños tenían que ser continuos de quince o veinticinco, nunca pares, y acababan el primer día de septiembre aunque el calor fuese sofocante. Por supuesto, los bañadores eran de cuerpo entero más pantalón de deporte en el hombre y con faldas, un poco más corta que las habituales, para las mujeres. Las féminas tenían que ir a la playa acompañadas siempre de las madres, tías o hermanas mayores. Existían zonas para hombres y zonas para mujeres, además, por los espacios reservados para el baño de cada uno de los sexos, el contrario sólo podía pasar paseando.

Más tarde llegó el número de las casetas. Aquello era tercermundista. El Ayuntamiento construyó una serie de casetas a lo largo de los bajos del paseo marítimo y las alquilaba por temporada. Aquellas instalaciones eran pequeñísimas, se habían edificado para cambiarse en ellas y guardar la ropa, pero para muchas personas se convirtieron en una suerte de chalé de playa. Esta gente acaparaba un trozo del paseo y allí poníauna enorme cantidad de sillas y hamacas. Algunas casetas incluso tenían cocinas portátiles y en ellas se preparaban las comidas. Y por último había personas que ponían vasijas de plástico llenas de agua al sol para que se calentasen y así utilizarla después para llevarse a los niños a casa ya duchados.

Hoy afortunadamente gozamos de una playa que, exceptuando algunas ocasiones, es extraordinaria.