Psicosis e incertidumbre en la calle
Numerosos ciudadanos vivieron horas de angustia por la posibilidad de que familiares y amigos viajasen en el convoy
Actualizado: GuardarLos 38 grados que marcaban ayer los termómetros de Valencia a la una de la tarde no evitaron la sensación de escalofrío colectivo que sacudió a la ciudad al correrse de boca en boca que un grave accidente habría segado un número indeterminado de vidas humanas.
Con el amargo recuerdo del 11-M instalado aún en la memoria colectiva, muchos ciudadanos manejaron inicialmente la posibilidad de que se tratara de un atentado. Las primeras declaraciones del portavoz del Gobierno valenciano, descartando esa hipotésis, significaron un alivio. Durante las horas posteriores al accidente, las comunicaciones telefónicas quedaron bloqueadas, lo que aumentó la angustia de las personas que pensaron que la tragedia ferroviaria podría haber atrapado en el subsuelo de la capital levantina a familiares y amigos.
Superada la psicosis inicial del atentado, llegó el amargo trago para aquellos que no tuvieron la suerte de que alguien les contestara sus llamadas, que se tornaron agónicas. Con los nervios a flor de piel, la ciudad mostró su cara más triste. Se sucedieron los sollozos compartidos y los abrazos sinceros, las caras de angustia y las miradas se dirigieron a los móviles, una mirada fija, depositada en el diminuto teléfono móvil, que hace horas que no suena y no se tienen noticias de los seres queridos.
La espera fue una inmisericorde carcoma para los que conocían o esperaban a alguien que tenía que desplazarse en metro desde el mediodía hasta primeras horas de la tarde. La tardanza se podía deber a una catástrofe, pero muchos no fueron conscientes de ello hasta que oyeron en la radio o vieron en la televisión que la tragedia se había cebado con la capital del Turia y que el subsuelo de la ciudad se había convertido en un macabro cementerio.
Punto de reunión
La estación del suburbano de Plaza España, por donde a las 13.00 horas pasó el tren de la muerte y la más cercana a la de Jesús, lugar de la catarsis, es un frecuentado punto de reunión de amigos y familiares, debido a su ubicación, próxima al centro del casco urbano. Muchas personas que tienen que desplazarse hasta el corazón de la ciudad se citan en esta parada.
Por ello, las inmediaciones de la estación de Plaza España, precintada a cal y canto, eran un hervidero de gente, entre los que querían entrar al transporte metropolitano ajenos a la desgracia y los que esperaban noticias que no llegaban.
Una pareja de hermanos no podía reprimir las lágrimas, apartados unos metros de la entrada. En cuanto pasaba un policía, se acercaban carioacontecidos y preguntaban por el horario exacto del descarrilamiento, para poder establecer un cálculo y adivinar si su madre, usuaria de esa línea, podría ser una de las víctimas. El agente les consolaba y razonaba que casi todas las líneas del metro estaban paradas y podía encontrarse saliendo por cualquiera de las otras estaciones. El augurio no aliviaba, pero reconfortaba en horas tan dramáticas.
Una historia que se repite
A las 15.00 horas un todoterreno se sube a la acera y aparca a escasos centímetros de la banda de precinto. Un atormentado señor intenta entrar a toda prisa a la boca del metro y es parado en seco por los guardias jurados, quienes le señalan que no es posible bajar al suburbano. «¿Qué pasa? Mi hijo está en el metro y no me coge el móvil», repetía hasta la saciedad sin atender apenas a las indicaciones de los agentes de la Policía Local también presentes.
Con la voz entrecortada por la emoción, al final atiende a razones. Raudo, vuelve a montarse en su vehículo, dar marcha atrás y sale zumbando a la calle sin mirar y casi atropella, casualmente, a un voluntario del Encuentro Mundial de las Familias que se dirige hacia el centro. La historia se repite sin cesar. Una señora, aparentemente tranquila, pregunta también por el horario del accidente, ya que «mi madre viaja en metro y me estoy empezando a preocupar». La respuesta es la misma: «Escuche la radio o vea la televisión, que seguro que tienen más noticias que nosotros».