Editorial

Depuración en Marbella

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La segunda fase de la operación Malaya, alentada por las pruebas e indicios derivados de la primera oleada de detenciones, ha permitido ampliar la investigación al segundo círculo de la estructura de la corrupción en Marbella. La totalidad de concejales directa o indirectamente bajo sospecha, se ha visto ya ante el juez y en estos momentos diez están en prisión; y ahora es el turno de los empresarios, sobre todo del sector de la construcción. Sin entrar en imputaciones personalizadas, esta operación está en la lógica de los hechos, ya que la venalidad de la Administración requiere no sólo de cobradores sino también de pagadores; y, seguramente, de ese modo se aborda al fin una depuración higiénica de Marbella, no sólo política. Por supuesto, conviene evitar la estigmatización del empresario pero algunas quejas formuladas por voces relevantes de la Asociación de Promotores y Constructores están fuera de lugar: de un lado, porque la mala imagen nunca obedece a la acción de la Justicia sino a la de quienes actúan al margen de la ley; de otro, ponen de manifiesto las previsiones de ocupación turística para este verano.

Tras la primera fase de la operación Malaya, se generó al fin en Marbella un clima de punto final. Durante años, el gilismo había esquivado la acción de la Justicia e incluso el juicio de la opinión pública, pero finalmente la imagen de un Ayuntamiento en barrena no daba margen para nuevas aventuras. Hacía falta imponer nuevas reglas y nuevos actores. La solución de la gestora podía ser discutible, como también una convocatoria anticipada de elecciones, pero había un buen argumentario a favor de un organismo con altas garantías de neutralidad, integrado por los cuatro grandes partidos con un número equilibrado de representantes y con el objetivo de poner orden en la Administración del municipio, restableciendo la confianza colectiva antes de recuperar las competencias urbanísticas. A falta de jurisprudencia o de precedentes semejantes, la formación de la gestora fue en buena medida modélica sobre todo porque los cuatro partidos actuaron con criterios exigentes y comprometidos. No obstante, en las semanas posteriores ha decaído esa ejemplaridad. De un tiempo a esta parte, la estrategia de acoso del Partido Popular resultaba notoria pero también la sensación de estancamiento, dando además pábulo a las primeras críticas por falta de neutralidad. Nadie duda que esa situación delicada, que parecía otra vez fuera de control, se ha frenado con la segunda fase de la operación Malaya. En cualquier caso, hay que apoyar la gestora porque no hay alternativa sino, por el contrario, un estado de necesidad. Las detenciones masivas de esta semana seguramente habrán resultado persuasivas de la situación realmente crítica de la Administración municipal de Marbella, donde en este momento resultaría una temeridad hacer caer la gestora. Tal vez esta situación haya venido a proporcionar una segunda oportunidad al organismo presidido por Martín Reyes para reorientarse con su espíritu fundacional y recuperar la actividad con la ambición de partida, ya que no es la hora de la política sino de recuperar un clima de confianza preparando la vuelta a la normalidad con las elecciones municipales de la próxima primavera.