CELEBRACIÓN. El ganador del Gran Premio de Estados Unidos, Michael Schumacher, celebra su éxito bebiendo de la tradicional botella de cava. / EFE
Polideportivo

Desfile imperial de Michael Schumacher

Alonso sólo pudo ser quinto en una carrera repleta de calamidades Los accidentes en la salida provocaron un total de trece abandonos

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Cuestión de números, siempre y en toda situación, para el negocio en dólares y cualquier cuenta de resultados, el Mundial de Fórmula 1 arrojó un dato sideral en Indianápolis. Michael Schumacher recortó en una carrera tantos puntos (seis) como Fernando Alonso había cobrado en tres certámenes, venciendo de calle (seis). El clima de euforia respecto al español, su impecable trayectoria 2006, frenó en seco en este circuito maldito para él. Ni el campeón del mundo, ni el motor del R26 ni los neumáticos Michelín han cogido la onda al oval de las 500 millas. Ganó Schumacher con una mano, saludando, y a Alonso sólo le dio para acabar quinto. Y gracias.

La naturaleza misteriosa de la Fórmula 1, su intrincado camino de secretos y pócimas de los ingenieros para sus monoplazas, la mezcla química del caucho para la manufactura de neumáticos convierte este circo en una noria de incertidumbres. Alonso y su Renault se paseaban en el Mundial y en Indianápolis se llevó un pequeño revolcón. Ferrari sufría para apurar la estela del campeón, Schumacher tenía gesto patibulario, y aquí han restablecido la fuente de la alegría.

Y eso que la carrera deparó una cadena de sobresaltos en la salida.

Espectacular hasta decir basta. Tan estruendosa y volcánica que confirmó al aficionado de a pie en su teoría de que las carreras conectan con su emoción en la salida, con los coches juntos y el filo del abismo en cada maniobra.

Para empezar, Felipe Massa adelantó a Schumacher. El brasileño ordenó sus neuronas e impetuoso como es se saltó en un acelerón

la historia de Ferrari, el pasado de Schumacher, la hegemonía del líder y hasta el retrovisor de los segundones que han pasado por Maranello (Barrichello, Irvine). Schumacher concedió árnica a su cachorro, pero hasta el invidente de la esquina sabía que las tornas cambiarían en el primer repostaje. Alonso realizó otra salida estratosférica, por el carril externo de su mejor puesta en escena, Indianápolis 2004. Pasó a Barrichello, a Fisichella y mantuvo el pulso, rueda contra rueda, frente a Schumacher. La osadía y el empuje del español percutieron contra el mejor piloto de todos los tiempos,

el más ganador al menos. Schumacher cerró el callejón y por ahí condenó una de las vías de agua del día. Había camino libre. Así lo decretaron los entrenamientos previos y el dato: los ferrari fueron un segundo más rápidos todo el fin de semana.

Por detrás, la hecatombe. Montoya enseñó de nuevo su catadura especial, la certeza de que se necesita un punto de locura para conducir estos coches.

Sin otro miramiento que su ambición, embistió a su compañero Raikkonen, montó un número brutal en la primera curva y limpió la carrera. Siete coches, al desguace después de la montonera. Demencial.

Alonso se encontró entonces con otro problema. Fisichella iba más rápido, y lo tenía colgado de su chepa. El italiano emprendió una desenfrenada carrera a favor de su ego, con la connivencia de su patrón, Flavio Briatore. Era más veloz, sí, por el motor nuevo, por la adaptación al circuito o porque había dormido bien, pero delante tenía al líder del Mundial, su compañero, la misma casa que paga su salario. Le adelantó en la vuelta catorce y en su equipo le dieron alas. «Vamos, vamos, que tienes a los ferrari ahí delante».

O sea, a diez segundos, un universo en Fórmula 1. Fisichella ni se arrimó a los Ferrari, ni los vio de lejos, ni llegó a olisquear el olor de sus neumáticos. Sin embargo, Renault perdió puntos para su líder, para ganar el Mundial, para defender la corona.

A Alonso se le complicó la tarde americana con nuevos inquilinos hasta ahora desconocidos, los Toyota, también con su material Bridgestone. Trulli salió último, desde el callejón de box, y remontó en la mejor carrera que se le recuerda. Tanto, que con una sola parada para repostar, acabó cuarto y apretando a Fisichella. Ralf Schumacher también sobrepasó a Alonso, inmerso en un mar de calamidades. La única noticia festiva para él fue la retirada del ínclito Ralf, aparcado en box a diez vueltas del final. Un punto extra de consuelo para el primer socavón en la carrera de Alonso hacia la renovación de su título.