Sociedad

Europa se hace con una plaza en la ISS

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El accidente del Columbia, el segundo mortal de un transbordador desde el del Challenger en 1986, demostró que los vuelos espaciales siguen siendo peligrosos, en gran parte por la desidia de sus gestores. El comité de expertos que investigó la catástrofe de 2003 concluyó que «no fue algo casual, sino el producto de la historia del Programa del Transbordador Espacial y de los sistemas de gestión» y que las causas «hunden sus raíces, en mayor o menor grado, en la historia de la NASA y la cultura del programa de vuelos espaciales tripulados».

«Existe una evidencia arrolladora que indica que los directores del Programa (del Transbordador Espacial) decidieron que el choque del trozo de espuma era un mero problema de mantenimiento mucho antes de que empezaran los análisis», sentenciaba en 2003 el grupo de sabios. Hace un año, la vuelta al espacio del Discovery demostró que los problemas técnicos no se habían solucionado: trozos de revestimiento se desprendieron del tanque de combustible externo durante el lanzamiento.

Tres años después de la muerte de siete astronautas cuando regresaban a la Tierra, hay quien en la NASA está convencido de que el vuelo de mañana es precipitado. El astronauta Charles Camarda, uno de los tripulantes del Discovery en 2005, piensa que la misión debería posponerse porque no se han resuelto los problemas de seguridad.

La NASA ha hecho nuevas mo-dificaciones en el blindaje de losetas y ha reforzado las de las zonas más vulnerables, pero aún así la misión STS-121será una nueva prueba de fuego. Que los transbordadores vuelvan a volar es imprescindible para el futuro de la ISS, un proyecto multimillonario y multinacional en el que participa España y que es en la actualidad, una vez abandonado a su suerte el telescopio espacial Hubble, la única razón de ser de las naves de Estados Unidos.

Si el Discovery sufre algún problema grave y el plan de vuelos se retrasa una vez más, se corre el riesgo de que la plataforma orbital nunca sea acabada.