Los jueces no entienden los cuentos chinos
Actualizado: GuardarEl ingenuo Tsé-Chang preguntó al filósofo Confucio: «¿Cómo piensas que se deben dirigir los negocios de la administración de justicia?». Kungtsé le constestó: «Honraré las cosas excelentes que son las que procuran ventajas al pueblo; huiré de las malas que causan su detrimento». «¿A qué llamas cosas excelentes?» preguntó Tsé-Chang. El filósofo dijo: «El hombre que manda a los demás debe esparcir sus beneficios sin ser pródigo, exigir servicios al pueblo sin levantar sus odios, tener grandeza sin ostentación». ¿Qué entiendes por malas acciones?» Kungtsé contestó: «Destruir al pueblo moralmente; mostrar una sórdida ambición; diferir las decisiones. Todo eso es injusticia».
Un ingenuo de hoy que preguntase por la administración de justicia, como Tsé-Chang hace 25 siglos, querría saber por qué dos jueces franceses pusieron ayer en libertad a Madariaga, uno de los fundadores de ETA detenido bajo la acusación de asociación de malhechores, financiación del terrorismo y extorsión; por qué otro de los detenidos ha quedado libre; por qué cuatro más están a la espera de comparecer ante los dos magistrados franceses pese a que la Fiscalía ha pedido la detención preventiva. Y todo eso mientras en España el juez Grande-Marlaska ha decretado prisión incondicional para otros tres presuntos etarras y ha ordenado la detención de dos empresarios, acusados de colaboración con banda armada por pagar el impuesto revolucionario de ETA. Y debía preguntar también por qué el juez Garzón puso en libertad bajo fianza a otros cuatro directivos acusados del mismo delito. A ese ingenuo habría que contestarle que cada cual administra justicia a su manera sin tener en cuenta los consejos de los cuentos chinos. Porque unos esparcen beneficios con prodigalidad o exigen servicios levantando odios, otros difieren las decisiones o no saben mostrar su grandeza sin ostentación y alguno destruye al pueblo moralmente.