Contra la crispación
Actualizado: GuardarHemos conseguido pasar de ser la sociedad más moderna, comprensiva, dialogante, y en la que el consenso servía incluso para echarle o no leche al café, a estar permanentemente cabreados, y a que el enfado, el imponer los criterios de uno mismo sobre todas la cosas, el tener la protesta como bandera de todas las cosas es pan nuestro de cada día.
Lo vemos en nuestros jóvenes, entre los políticos -quienes tendrían que tener más facilidad para afrontar las críticas-, y hasta en el carrito de la compra, que cada vez tiene menos ofertas.
Llevados, a lo peor, por los programas de la caja tonta (en donde quien grita más parece llevar siempre la razón absoluta), ir a los toros en Cádiz -después de casi 40 años-, por ejemplo, es atravesar a una panda de señores cabreados que te insultan porque vas a un espectáculo más o menos vistoso. Ir a un campo de fútbol es observar como unos inadaptados, que quizá lleven corbatas todos los días, insulten a destajo a un señor que se ha equivocado como el mismo gritón hace -casi con seguridad- todos los días.
Estar siempre crispado (además de subir la tensión en nuestra sangre, nada aconsejable) es ir contra la felicidad. ¿No da más placer ver jugar a Ronaldinho con su permanente sonrisa que a De la Peña o a Raúl, que parecen no disfrutar de su trabajo? Pues eso. Recibamos todos los días una transfusión de buen ánimo, energía positiva y optimismo a raudales. Viviremos más tiempo, o por lo menos, con una mejor calidad de vida.