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Mechero

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Hay algo que a los fumadores nos ha obsesionado siempre: encontrar un mechero que no se acabe. Un mechero que no se agote nunca, que ofrezca llama cada vez que uno la necesita. Pero en veinticinco años de fumador jamás he hallado tal prodigio ni nada que se le aproxime. ¿Fantasía imposible, pues? No: en Supervivientes acaban de descubrir un mechero que dura y dura y dura, como las pilas del conejito. Y como quiera que en la isla está prohibido emplear mecheros, el suceso ha dado lugar a una viva inquietud. Se diría que el argumento central de Supervivientes no es sino ese: el Mechero Eterno. Hasta el punto de que superviviente, lo que se dice superviviente, no lo hay con mejores títulos que el mechero en cuestión, que semana tras semana se perpetúa en pantalla, cual llama que no se extingue.

No estoy siguiendo con demasiado ahínco el reality de Telecinco: lo mínimo para ver por dónde va la cosa, constatar cómo han sanado las hemorroides de Pipi Estrada, saber si Carmen Russo se desinfla o no y, por supuesto, estudiar las evoluciones de Jesús Vázquez. Pues bien, cada vez que me he acercado a saciar estas inquietudes, siempre he encontrado la misma pregunta: ¿Dónde está el mechero? Vázquez extrema su punzón del tercer grado en el interrogatorio de los concursantes: «Estáis quedando como unos mentirosos», les reprocha. En este punto, por cierto, conviene tomar las cosas con alguna distancia: dado que el concurso consiste en sobrevivir en condiciones excepcionales, no tiene demasiado sentido reprochar a los concursantes que echen alguna mentirijilla sobre el particular.

Seguramente hay algo subconsciente en este asunto. El motivo de la llama que no se extingue tiene una larga vigencia en nuestra cultura. El sabio Jacob Boehme, el zapatero de Görlitz, reflexionó largo y tendido sobre la ambigüedad espiritual de la imagen. Para Jung, el fuego es el elemento que representa la intuición. En Supervivientes deben de haber intuido que eso del fuego conmoverá el subconsciente de la audiencia. Pero no: sólo es un mechero. No debería dar para tanto.