TANGO. El baile argentino es uno de los más demandados por los alumnos.
Cultura

Todos a bailar

El éxito del programa 'Mira quién baila' recupera el interés por los bailes de salón: cientos de aficionados llenan las academias de la provincia para dominar la salsa, el tango o el quickstep

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En la década de los 80, un grupo de jóvenes enfundados en mallas y calentadores desataban la fiebre del baile entre miles de espectadores que seguían cada semana las coreografías de la serie Fama. Durante años, todos los adolescentes soñaban cada noche con ingresar en una academia de baile a pesar que una profesora bastón en mano no dejara de advertirles de que «la fama cuesta».

La moda del baile llegaría pronto al cine con películas que marcaron una época como Flash Dance o Dirty Dancing. Las historias que transcurrían dentro de los muros de las academias de danza sivieron de guión para otros mu-chos filmes en los que el tirón de los protagonistas y los animados números de baile hacían soportable el manido argumento -como fue el caso de Baila conmigo, con Chayanne y Vanessa Williams- y otras más recientes, como Billy Elliot -el niño que soñaba con convertirse en el nuevo Nureyev-, Bailamos -donde un maduro Richard Gere se aficciona al baile y a su profesora, Jennifer López, ante la sorpresa de su esposa, Susan Sarandon- o la última de Antonio Banderas, Déjate llevar, donde el malagueño volvió a de-mostrar sus dotes de bailrín como ya hiciera en El Zorro junto a Catherine Zeta Jones.

A pesar del éxito de estas cintas, que consiguieron que hasta el más patoso saliera del cine in-tentando al menos unir un par de pasitos, ha tenido que ser un programa de televisión, Mira quién baila, el culpable de que, años después de que Tony Manero desatase la Fiebre del Sábado Noche, el público vuelva a las pistas de baile. «Desde que comenzó el programa, la gente ha vuelto a los bailes de salón, que habían estado olvidados en la última década en favor de la salsa», explica Pillina, directora de una academia de baile y profesora de los cursos que se imparten durante todo el año en el Colegio Los Agustinos de Chiclana. Una opinión que comparte Marisol García, directora de la academia BailArte, para quien «aunque durante este año se ha producido un boom de los bailes de salón, su práctica se ha ido generalizando durante los últimos, aunque sin parangón con lo que sucede ahora».

Ambas, instructoras de bailes de salón y latinos, han tenido que ver cómo sus alumnos ya no sólo acuden a aprender a bailar en momentos puntuales -como preparación para el tradicional vals de los novios en las bodas o algún evento social-, sino que también acuden para «hacer lo mismo que los famosos de la tele». Junto con los tradicionales vals, pasodoble, tango, salsa o rock&roll que vienen enseñando desde hace años, las academias ven como cada vez más los alumnos se decantan por bailes más desconocidos como el foxtrot, el swing o el quickstep.

Para lucirse

Como siempre ocurre en estos casos, los gustos dependen en gran medida de las edades. Como explica Pillina y Marisol, «los mayores se decantan más por bailes tradicionales como el vals o el pasodoble, mientras que los jóvenes buscan ritmos más movidos como el chachachá, la salsa o el rock que puedan luego bailar en las discotecas». Frente al caracter «más exhibicionista y competitivo» de los jóvenes «que les lleva a apuntarse a encuentros y concursos», explica Marisol, los mayores «más vergonzosos», matiza Pillina, acuden a las academias por salir de la rutina.

Aunque por tradición eran las mujeres las que solían apuntarse a clases de baile, lo cierto es que en los últimos años el porcentaje de hombres que se animan a bailar casi iguala al de mujeres. Así, ambas profesoras coinciden en que actualmente el perfil medio de los alumnos que se apuntan a sus clases son matrimonios recién casados y sin niños, que tienen tiempo para ellos, y «parejas cuyos hijos ya se han ido de casa y descubren una nueva juventud».

También, añade Pillina, «viene gente sola en busca de hacer ejercicio, divertirse y hacer nuevos amigos. Incluso algunos encuentran aquí su pareja. Ya he tenido que asistir a varias bodas entre alumnos», confiesa.

Por los motivos que sean, lo cierto es que la academias se llenan curso tras curso. Cada vez hay más aficionados que dedican su tiempo y esfuerzos a aprender cómo moverse al ritmo de la música. Los más atrevidos podrán ex-hibir sus progresos en concursos y exhibiciones, mientras que los más tímidos, a falta de que proliferen los sitios donde practicarlo, reservarán sus dotes de bailarines para las reuniones caseras.

Sea donde sea, lo que sí es cierto es que cada vez más se escuchará la expresión «¿mira quién baila!» tras descubrir al vecino de al lado o a cualquier familiar emulando a Fred Astaire y a Ginger Rogers sobre la pista de baile.