De cine
Actualizado: GuardarLA GLORIETA Cuando llegué a esta ciudad sabía más o menos con lo que me iba a encontrar: buena gente -hay de todo como en la viña del Señor-, playa, sol, Levante, Poniente, bares, pescaíto, tintito de verano... pero nunca supe que encontraría un plató de rodaje. Quién me iba a decir a mí, una persona a la que siempre le gustó el cine, que siempre quiso ver de cerca un rodaje, que aún sueña con participar en uno y un día recoger un premio y decir: «Agradezco a todos los que me apoyaron en esta dura carrera que es la vida. En estos momentos me acuerdo de todos ellos. Gracias, te quiero mamá» -no piensen que lo tenía preparado, que cientos de veces frente al espejo lo he repetido con un champú como galardón, no se equivoquen- que iba a tener el honor de ver de cerca el sistema de creación de una película.
Que Cádiz se convierta en un referente para los cineastas a la hora de buscar localizaciones para sus películas es un hecho positivo para la provincia. Si tenemos en cuenta el número de personas que conforman un equipo cinematográfico, sin contar los propios asistentes de la estrellas del celuloide, alguno de los parientes de los mismos y les sumamos los alojamientos necesarios, las cenas, comidas, meriendas, aperitivo y sesiones de spa -para los más caprichosos- haciendo la cuenta de la vieja con una calculadora del 1,2,3 llegamos a la conclusión de que dejarán un buen montante de dinero en la provincia. Si seguimos a este ritmo, de rodaje por año -vease, Alatriste (2005) y Manolete (en nuestros días)- Cádiz podría empezar a promocionarse fuera como un plató natural, que puede ser capaz de convertirse en México, Cuba o lo que ellos quieran. Nos vemos en los Oscar.