«¿Seremos campeones!»
Alemania se echa a la calle para celebrar la clasificación y convencida de que su equipo ganará el torneo
Actualizado: GuardarEl delirio colectivo que invadió Berlín y el resto del país se inició a los cuatro minutos después de las seis de la tarde, cuando Miroslav Klose anotó el primer gol de Alemania. «¿Toor!», rugió el público que abarrotó el estadio Olímpico. «!Toor!» gritaron casi un millón de personas que llenaron la famosa 'milla del aficionado' en la capital. Pero el grito de 'gol' fue sustituido casi de inmediato por otro que parecía reservado para una ocasión como la de ayer. «¿Seremos campeones!», clamaron los hinchas, al dar rienda suelta a un sueño que hace sólo un par de meses parecía imposible y que, desde ayer, gracias a los dos goles marcados por Klose y al tanto de Lukas Podolski, contagió a la nación alemana con una convicción que sólo una tragedia deportiva puede destruir.
Pero los germanos, después de redescubrir un sentimiento nacionalista que parecía olvidado y de lucir con orgullo el emblema teutón, se atrevió ayer a dar un nuevo ejemplo del sentimiento colectivo que impera en todo el país.
Poco antes de iniciarse el encuentro, un sector del público formó una gigantesca bandera alemana coronada con el águila imperial. La enorme enseña humana estaba acompañada de una frase rescatada del pasado: «Llevados por las alas del águila alcanzaremos la victoria».
El segundo gol materializado por Klose acabó para siempre con el recato colectivo, convirtió al delantero en un ídolo nacional y preparó el terreno para la fiesta que invadió la capital alemana después del pitido final.
La famosa y elegante avenida Ku'Damm se llenó de automóviles adornados con las clásicas banderas alemanas, el público estalló de alegría, bailó y se abrazó, y todos entonaban el nuevo grito de guerra, «¿Seremos campeones!», acompañado de otro que ya se había escuchado el pasado 9 de junio cuando la selección derrotó a Costa Rica. «¿Berlín, Berlín!. ¿Vamos a Berlín!», donde se disputará la final el 9 de julio.
La fiebre por ver jugar a Alemania contagió incluso al Parlamento Federal, donde los diputados tenían la crucial misión de debatir el presupuesto nacional. Esta vez, ningún parlamentario estaba interesado en el presupuesto y todos se esforzaron por reducir al mínimo sus intervenciones. «Observo, queridos colegas, una extraordinaria disciplina en el límite de las intervenciones, algo que no recuerdo haber visto en ningún debate parlamentario. Alguna razón habrá», dijo con sorna, el presidente del Bundestag, Norbert Lammert. ¿Qué otra cosa podía decir cuando la canciller de Alemania había destacado, al comienzo de la sesión, que había otro acontecimiento en Berlín, igual o más importante que el debate sobre el presupuesto?. Angela Merkel no aguardó hasta el final del debate. Había que acudir al estadio.