GOLEADOR. Torres salta por encima de un defensa tunecino. / EFE
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La exigencia del balón

Obligada a tener la pelota, España necesita alcanzar la excelencia si quiere ser competitiva ante rivales de entidad

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Después de dos partidos, España se encuentra en una situación ideal. Ha logrado el billete para octavos de final, el primer puesto del grupo H será suyo salvo carambola y sorpresón en la última jornada, y Luis Aragonés podrá dar minutos a los suplentes el viernes en Kaiserlautern ante Arabia Saudí. Los internacionales, pues, pudieron ayer disfrutar de unas horas de descanso con la satisfacción y la tranquilidad del deber cumplido. Sólo han hecho lo que tenían que hacer, pero lo han hecho de una forma que les ha convertido en una de las selecciones más sugestivas.

España es una promesa de buen fútbol. Tiene una forma de jugar que le identifica y sobre la que ya nadie discute, aceptada por todos como el único camino posible hacia la gloria que siempre le ha sido negada. Hay que tener el balón, mimarlo y llevarlo arriba. Esta aceptación del estilo, en torno a futbolistas como Xavi, Xabi Alonso, Cesc y demás, alcanza también a los aficionados, que cada día arropan en más número al combinado español. Ya han quedado atrás los tiempos en que a España, cuando salía al extranjero, le animaban media docena de emigrantes, Manolo 'el del bombo' y cuatro gatos, la mitad de ellos con banderas preconstitucionales. 'La roja', como le gusta decir a Luis Aragonés, empieza a disfrutar ya del apoyo de una hinchada joven, sin prejuicios, homologable a las del resto de países y, sobre todo, orgullosa del estilo de juego de sus futbolistas. Quieren toques y olés.

A la espera de cumplir el trámite ante Arabia Saudí y comenzar a preparar el cruce de octavos, las expectativas se han disparado. Quizás sea inevitable, pero convendría no sacar los cohetes antes de tiempo. Ante Túnez se vio que la selección española tiene magníficas virtudes pero también algunos defectos que, a un solo partido, pueden resultar letales. La defensa, por ejemplo, cometió varios errores individuales y de ajuste y dejó una sensación preocupante si uno piensa en rivales de más entidad que los tunecinos: la de que puede sufrir lo que no está en los escritos si choca contra un equipo que se tape bien y se lance a cuchillo al contragolpe.

En realidad, España está muy exigida como equipo. El propio Luis Aragonés insiste a diario en que su tropa vive de la posesión de la pelota. Sin ella no es nadie. No hay vuelta de hoja, ni término medio posible. Y ocurre que, ante enemigos con calidad, oficio y colmillo retorcido (y de este pelaje hay unos cuantos por aquí), esto le obliga a bordar el juego. A la menor bajada de tensión, al más leve cortocircuito, España se queda sin luz. Tiene razón Cesc cuando dice que es díficil jugar mejor que España, cuya calidad técnica, dinamismo juvenil y verticalidad están siendo una de las sensaciones del Mundial. El problema es que es, para la propia España, también resulta muy difícil jugar lo bien que necesita para ser competitiva.