LOS PELIGROS

Recuperar el Beato Diego

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El nuevo claustro universitario deberá votar, el próximo día 28, una modificación puntual de los Estatutos de la UCA para permitir que la gestión del Colegio Mayor Beato Diego pueda ser asumida por una empresa privada, mediante un contrato de gestión de servicios públicos. El asunto trasciende los ámbitos puramente universitarios, en cuanto aborda razonablemente la recuperación de un espacio importante para toda la ciudad y porque afronta con realismo el déficit de alojamientos para estudiantes, uno de los reconocidos yacimientos de empleo de esta ciudad que no está precisamente sobrada de iniciativas en este aspecto. Desde que el Beato Diego cerrara en septiembre de 2002, se ha intentado afrontar su reforma con los escasos medios de una universidad geográficamente dispersa que, además, debía afrontar la renegociación de una alta deuda heredada y un riguroso plan de contención del gasto, todo ello sin dejar de crecer. No sería justo analizar la actual propuesta de gestión pública indirecta del Colegio Mayor sin reconocer antes la brillante gestión presupuestaria de todo el actual equipo de gobierno de la UCA y la eficacia del Vicerrector de Planificación para poder encajar tantos inconvenientes, el más conocido de ellos que en la financiación de las universidades andaluzas no se incluyera el criterio de la dispersión de centros. En este contexto de escasez financiera, no se puede afrontar todo lo que se quisiera y hay que elegir. Se ha elegido recuperar ahora el Beato Diego. Sorprende que algunos miembros del claustro se opongan a esta propuesta para defender la restauración y la gestión directa sin presentar ninguna alternativa de financiación. Si no hay dinero, no lo hay. Denunciar que «se podría haber conseguido más» no deja de ser un brindis al sol, una fantasía de íntima ambición que renuncia a los argumentos. Sin dinero no hay restauración, así de sencillo. No se puede defender, a la vez, que el edificio tenga carácter «emblemático» para la UCA, es decir, su representación simbólica, pero posponer indefinidamente su recuperación. ¿Qué se defiende, que la imagen de la UCA sea una ruina?

Todas las Administraciones Públicas acuden a la contratación con empresas privadas de obras, suministros o servicios que no pueden asumir o, pudiendo hacerlos, es más rentable para sus administrados que los realice alguien distinto. Es esa rentabilidad y que se cumpla el fin último del interés para los administrados lo que se debe vigilar en una contratación. La propia UCA mantiene con ese régimen sus comedores universitarios, sin que nadie denunciara esos concursos como pérdidas de identidad. ¿Por qué está mal ceder la gestión del alojamiento pero está bien hacer lo mismo con la manutención? Cuando una Administración contrata, en ningún caso pierde la titularidad del bien contratado. No va a dejar de ser universitario el Beato Diego, ni se va a perder su control. No le sucedió a las Universidades de Oviedo, Murcia o Castilla-La Mancha que, entre otras, gestionan sus Colegios Mayores mediante concesión de servicios. No lo permite la ley de Contratos que le garantiza a la Administración universitaria los poderes de policía para asegurar el servicio y recuperarlo en caso de incumplimiento; ni lo permite el pliego de condiciones que establece un Director académico que controlará las actuaciones y la gestión económica de la empresa adjudicataria, además de reservar a la UCA el establecimiento de tarifas y los criterios de admisión. No lo permite, en fin, la propia mínima modificación propuesta de los Estatutos, de donde sólo desaparece la obligación de la gestión propia, pero ninguna de las otras competencias ni deberes para organizar los Colegios Mayores. No se han cambiado los objetivos: proporcionar residencia a los estudiantes (¿acaso se hace manteniendo cerrado el Colegio?) y promover la formación cultural y científica de los residentes, a través del Director académico. Sería grave que, por intereses no confesados de una oposición que prepara las próximas elecciones en la UCA, se quiera tumbar un proyecto bien trabajado que soluciona un problema, privando de paso, con su obstruccionismo, a toda la ciudad de un equipamiento necesario. Y poniendo más difícil una solución similar para el Olivillo.