TRIUNFADOR. Fran Gómez, a hombros a la salida de la plaza. / GONZALO HÖHR
Toros

Feliz debut de Fran Gómez, por fin ante sus paisanos

El novillero gaditano cortó tres orejas, salió a hombros de la plaza y destacaron sus maneras por su cuajo y oficio crecientes

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Al son de un bello pasodoble español y torero, lo más granado de la afición capitalina vivió el añorado momento, tan esperado durante décadas, de la irrupción solemne y señorial de una terna engalanada de alamares sobre la arena de su ciudad.Y contemplaron, sumidos en la emoción,el colorista paseíllo de los jóvenes espadas actuantes junto a sus cuadrillas, bajo ese incomparable sol de Cádiz y envueltos en el singular aroma marinero que sólo posee la ciudad.

Se presentaba ante sus paisanos el becerrista gaditano, Fran Gómez, acontecimiento cuya responsabilidad no le pesó en absoluto. Dio muestras durante toda la tarde de haber madurado mucho en el conocimiento del oficio y de haber progresado meteóricamente en el manejo de los engaños. Llamó la atención el relajado saludo capotero con el que recibió a sus dos oponentes, adelantando con enjundia la pierna contraria, dando así profundidad, dominio y belleza a sus verónicas. Aprovechó el buen pitón derecho de su primero para prodigarse en el toreo en redondo alargando, con gusto y hondura, la corta embestida de la res. Algunos de sus muletazos poseyeron verdadera clase y armonía, evidenciando sumo gusto en la interpretación de este difícil arte de Cúchares. Sin embargo, cuando intentó el toreo al natural, fue alcanzado y zarandeado por el añojo que le dejó así bien claro, por si le cabía alguna duda, que no tenía un pase por ese pitón izquierdo. Manoletinas garbosas dieron paso a dos pinchazos y una estocada tendida, tras la que se lo concedió una oreja. Trofeo al que le sumó los dos obtenidos en el último de la tarde. Fue éste un añojo noble y repetidor, al que Fran supo templar muy bien las embestidas y aguantar impertérrito las aviesas miradas con auténtico valor sereno. Completó una faena vibrante y entonada, contando con pasajes realmente destacados. Hubo detalles de pinturería, de excelente colocación y de extraordinario gusto en la concepción del toreo. Todo lo cual,ha de animar a sus múltiples partidarios a albergar fundadas esperanzas en un futuro exitoso para este joven novillero.

No ofrecieron muchas facilidades los ejemplares de Diego Romero a la joven terna actuante. Así, el primer eral embistió con celo pero sin humillar y echaba una amenazadora mirada a la taleguilla de Miguel Ángel Sánchez antes de entregarse en el engaño. El ubriqueño se fajó con él con decisión y valentía, dando la distancia justa en los cites y dejando el sabor de un buen torero. El segundo presentó una embestida corta y, aunque se afanara Francisco Ramos en torearlo en redondo, no consiguió ligar las series ante la presteza en revolverse de su enemigo. De escaso recorrido y poquitas fuerzas el cuarto, su embestida rebrincada y a media altura dificultó en extremo los intentos de lucimiento de Alejandro Estévez, quien, no obstante, lo intentó con coraje y denuedo novilleril. El isleño Ramón Tamayo se gustó en el toreo a la verónica, mas su enemigo, manso y con sentido, lo volteó en repetidas ocasiones durante el trasteo y le propinó una auténtica paliza, tan típica, como se sabe, de la novillería