El talento, patrimonio perdido
Actualizado: GuardarPor más que se diga y por más que se hable de la importancia de la educación, a los políticos, por un oído les entra y por otro les sale. Que no hay manera de que hagan algo. Estamos acostumbrados a que la educación sea la cenicienta de todas las inversiones, lo último, y si queda algo de dinero pues lo invertimos en educación. Y así tendremos el futuro que nos merecemos, los unos por responsables directos y el resto, entre los que me incluyo, por no hacer nada. Y así estamos, centros sin calefacción, aulas prefabricadas de bajo coste, municipios sin aulas para educación especial y algunos sin guarderías. Pero esto que escribo según el señor Chaves son imaginaciones mías, ¿que estamos en la cuarta modernización, imparable y ahora toca al máximo! Pues, ¿cuándo estemos al mínimo, que seremos? Si alguien que lea estas líneas se siente aludido y quiere discutirlo, por favor que me responda, que con datos y lugares demostraré lo que escribo. Hace poco leí algo sobre los maestros, como escultores y descubridores de los talentos que se ocultan en esas jóvenes promesas que son nuestros hijos. Poca importancia se le da a eso que se denomina talento. Lo dejamos en manos del azar, a que salga por sí solo en algunas personas, cuando estoy convencido de que cada persona esconde algún talento. Y si es así ¿qué derroche, que pena, que no se utilicen esos talentos, de los que toda la sociedad se beneficiaría! Seguro que hemos perdido a grandes médicos, ingenieros, arquitectos, bailarines, gestores, empresarios, músicos, carpinteros, políticos, etc. El etcétera puede ser interminable. Pero insisto, sólo por no estar en el lugar, disponer de los medios y las circunstancias adecuadas; ¿cuántos de esos grandes talentos hemos perdido? Seria posible que las escuelas y la educación tendieran a descubrir esos talentos desde las más tiernas infancias, que al fin y al cabo serían beneficiosos para todos y no sólo para la sociedad -que indiscutiblemente mejoraría-, sino que además personalmente también tendría una repercusión muy positiva. Vicente Blasco Ibáñez en su novela La Araña Negra escribía lo siguiente: «La mitad de los males sociales proceden de que la mayoría de los humanos se dedican por lo general a las ocupaciones menos apropiadas a sus facultades, y de que el resto se pasa la vida sin hacer nada por no haber quien se dedique a estudiarlos indicándoles para lo que sirven. ¿Qué se ve todos los días en el mundo? El desbarajuste social consiste principalmente en que nadie se dedica a aquello para lo que sirve y que no hay una inteligencia superior que sepa utilizar para un fin determinado, las buenas o las malas cualidades de cada uno». Por mi parte totalmente de acuerdo. Cuantas personas se sienten enormemente frustradas por no haber sido capaces de iniciar el camino que su talento interior les mostraba, bien por comodidad, por temor, por falta de interés o de oportunidades. Las circunstancias algunas veces nos hacen ir contra corriente.
Ángel Gómez de la Torre. Puerto Real