Selección
Actualizado: GuardarAyer fue la verdadera puesta de largo del Mundial para el público español, con el España-Ucrania. Yo vi la primera parte en Cuatro y la segunda en La Sexta. Lo mejor de Cuatro fueron, para mi gusto, los comentarios de Maradona, escasos, pero ajustados. Y lo mejor de La Sexta, quizá, la animación de Salinas. En líneas generales, a mí, personalmente, me va gustando más el estilo de La Sexta, quizá porque es más festivalero, mientras que el de Cuatro me resulta algo sieso, pero para gustos se han hecho los colores. Eso sí: en lo que concierne a los noventa minutos de partido, a la narración del juego, confieso que La Sexta me pone nervioso; sobre todo, por la rara vibración de Montes.
Entre los aficionados hay una interesante polémica acerca de las cualidades de Andrés Montes. Algunos dicen que sigue demasiado atado a los modos del baloncesto, más ruidosos, más rápidos que los del fútbol, también estridentes, como de animador con pompones; otros dicen que precisamente ese ritmo, a veces vertiginoso, confiere a sus retransmisiones un gran atractivo. También sobre esto, evidentemente, hay opiniones para todos los gustos. De lo que ya no cabe duda es de que Montes imprime un sello absolutamente personal a su trabajo: locución de autor podríamos decir.
El trabajo de Carlos Martínez, el de Cuatro, siempre ha sido distinto: más contenido, más austero, más clásico; aunque no hay que olvidar cómo se le calentaron las entrañas en aquel Chelsea-Barça. Podríamos resumir la oposición en estos términos: o el locutor futbolero de toda la vida, o el locutor espectacular. El futbolero, como Martínez, subordina la música (la locución) a la letra (el fútbol;) el segundo, como Montes, subordina la letra (el fútbol) al espectáculo (la música). A propósito de letras y músicas, algunos lectores han tenido la amabilidad de hacerme notar que en esta columna, a propósito de la final de Roland Garros, atribuíamos a Arseni Pérez una frase que en realidad pronunció Alex Corretja: «Primero Dios, después Rafa Nadal». El error no fue sólo mío, por lo que he podido comprobar, pero dicho quede.