EMPUJE. Sergio Ramos entra al remate pese a la oposición de Tymoshchuk. / AP
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Furia y clase

El juego de la selección ha demostrado que la elegancia de Xavi, Luis García y Xabi Alonso no tiene por qué estar reñida con el carácter de Puyol y Sergio Ramos

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España ha encontrado el maridaje perfecto. La furia de Puyol, Sergio Ramos y Senna casa bien con la clase de Xavi, Luis García y Xabi Alonso. El ímpetu con el toque. El partido frente a Ucrania ha dejado claro que el cóctel entre jugones y bregadores no se corta, que los ingredientes de calidad y robustez no pierden sabor ni fuerza cuando se mezclan con la batidora adecuada. El principal acierto de Luis Aragonés es haber conseguido que cada jugador sepa a la perfección qué tiene y, sobre todo, qué no tiene que hacer. Si los futbolistas de la selección cumplen esta premisa, y ayer lo hicieron a pies juntillas, el balón rueda siempre con criterio desde atrás hacia adelante y se dejan muy pocos espacios en las líneas de retaguardia.

La recuperación de Ramos en el lateral derecho, su demarcación natural en el Sevilla antes de fichar por el Real Madrid, ha transmitido al equipo alegría y, al mismo tiempo, solidez, dos conceptos habitualmente antónimos en el caso de España. Con una entrega y un saber estar admirables, el andaluz condensa pundonor, toque y desparpajo, las tres grandes virtudes del equipo. Ayer se convirtió en un salvavidas para los centrocampistas, que le buscaron una y otra vez como recurso ofensivo. Que no había posibilidad de pase al media punta, mirada a la derecha y ahí estaba el comodín, siempre dispuesto; que por el centro era inviable, vista al frente y ahí aparecía el madridista, en esta ocasión en las cercanías del área rival. Sus incorporaciones fueron un dolor de cabeza más para los defensas ucranianos, que bastante tenían con estar atentos a los movimientos de Torres y las llegadas de Villa.

Es cierto que Ucrania no fue la selección aguerrida y ordenada que se esperaba, pero también lo es que los jugadores españoles mantuvieron en todo momento la concentración a pesar de su manifiesta superioridad. El mejor ejemplo de compromiso se encarnó en Carles Puyol, el defensa más 'odiado' por los delanteros. El catalán, un prodigio de velocidad y colocación, recuperó hasta quince balones. Furia pura y nada de complicaciones. El central del Barça tiene claro que la relajación debe llegar después de los partidos, nunca en el campo. Su motivación y la de Sergio Ramos, también fuera de toda duda, han conseguido contagiar al resto de los compañeros, entregados hasta el pitido final a pesar del baño que dieron a los ucranianos.

Las bandas, un oasis

La clase es amiga del furor en la selección, y viceversa. Ha quedado patente que Xabi Alonso puede entenderse con Marcos Senna, espectacular por su sencillez de movimientos sobre el césped del estadio de Leipzig. Y también que Puyol y Pablo se compenetran a la perfección con el centro del campo 'defensivo' cuando Ramos y Pernía acaban jugada por sus respectivas bandas y no tienen tiempo de recuperar el sitio. Las bandas, ante Ucrania especialmente la derecha, parecen ser el oasis de España -o al menos eso es lo que pretende Luis Aragonés-. Eso sí, el oxígeno en esa parte del terreno de juego sólo es respirable con el balón raseado. Los envíos largos no entienden para nada de español. Esa opción habla un idioma distinto que no dominan ni los pasadores ni los receptores de esta joven selección.

Ya nadie puede discutir que la elegancia no está reñida con el carácter, al menos en el funcionamiento de este equipo. Sin embargo, y más aún en un Mundial, las alineaciones suelen sufrir algunas modificaciones en función de las características del rival.

De momento, Aragonés ha logrado que sus futbolistas se muevan con unas ideas y unos objetivos comunes, con independencia de sus virtudes y sus carencias. Que cada jugador explote sus cualidades y que el resto oculte los defectos del compañero. Un maridaje en el que se fundan lo dulce y lo salado.