COMPLEMENTO CIRCUNSTANCIAL

La promesa

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Se las ve tan pequeñitas que no acaba uno de imaginar qué les traerá el día de mañana. Nacieron con el siglo, y con la promesa de que el siglo era de ellas, que podrían hacer lo que quisieran y como quisieran porque nadie les iba a decir que no somos iguales, porque nadie les diría hasta aquí has llegado y detrás de esto hay un techo de cristal. Se las ve tan pequeñitas que es casi imposible adivinar qué se esconde en el futuro de cada una de ellas, aunque apuntan maneras y a veces es posible reconocer en un gesto, en una palabra, en una mirada, a una ministra, a una arquitecta, a la mejor madre del mundo, a muchas bailarinas, a una empresaria... quién sabe.

De momento, han pasado la primera página de su formación y han dejado atrás el ciclo de educación infantil y casi no nos hemos dado cuenta hasta que no las hemos visto con las togas y los birretes tan pequeñas, tan mayores ya. El proyecto de un futuro que entre padres y profesores se está convirtiendo en realidad, porque casi nunca pensamos que los primeros años en el colegio están marcando lo que serán nuestros hijos y desdeñamos la labor de sus maestros, negando la evidencia de que la educación y la formación son el único camino hacia la igualdad. Quizá dentro de unos años no se acuerden de Joaquín, ni de Carmen, ni de Ana, ni de Angelines, pero sí sabrán agradecer el papel que han tenido en sus vidas, porque si nosotros -sus padres- les enseñamos las primeras palabras, ellos -sus maestros- les han enseñado a leerlas, porque si con nosotros les salieron los primeros dientes, con ellos se les han caído, porque si nosotros les enseñamos la música, ellos le han puesto la letra a la canción de sus vidas. Porque si nosotros les enseñamos los números, ellos les han enseñado a sumar. A sumar el esfuerzo, a sumar las sonrisas, a sumar la solidaridad, a sumar las amistades. Y a mirar hacia delante.

A partir de ahora, pequeñas promesas, se acaba lo bueno y comienza la carrera de fondo, donde tendréis que demostrar que valéis por vuestro esfuerzo y vuestras capacidades igual que los demás, sin diferencias, igual que vuestros compañeros. Esa carrera de fondo que tan bien corremos las mujeres porque llevamos siglos intentando alcanzar la meta, una meta que para nosotras estaba muy lejana, con una pista llena de obstáculos, de curvas y de zancadillas y que para vosotras es una línea recta. Sois la promesa de vuestras madres: Andrea, Clara, Irene, María, Marta, Rosa y Yolanda, el futuro es vuestro. Que nada ni nadie os lo arrebate.