Enfriar los precios
Actualizado: GuardarEl Instituto Nacional de Estadística acaba de confirmar la tendencia alcista del IPC. Los precios han subido en mayo un 0,4%, con lo que el acumulado en los últimos doce meses queda en el 4%. Dice el Gobierno que la causa está en la energía y en sectores como el calzado, vestido, alimentos y vivienda, y que este aumento no puede ser tomado como representativo para lo que se espera en lo que queda año, alrededor del 3%. Y no está mal que los gobernantes sean optimistas cuando, como en esta ocasión, hay cierta base para ello al permanecer la inflación subyacente en un estable 3%. Cuestión distinta es, sin embargo, que esa visión desdramatizada de los hechos impida darse cuenta de la seriedad del problema en toda su amplitud.
La inflación es un fenómeno económico complejo que lleva aparejado complicados mecanismos sociológicos. No sólo compete a los responsables tomar las decisiones públicas para combatirla sino también a la generalidad de los ciudadanos. La subida de los precios tiene, en parte, su explicación por la perversa respuesta acomodaticia de buena parte de la sociedad que, en base a la carestía que experimenta su cesta de la compra, trata de recuperar poder adquisitivo subiendo sus propios precios de venta. El problema con esta actitud social es que se ponen en marcha espirales de expectativas sobre precios que aceleran su crecimiento de manera exponencial y siempre acaban en catástrofe. La economía española no ha llegado aún a ese punto, y es fundamental que nunca llegue. Los salarios crecen desde hace ya bastante tiempo muy por detrás de los precios al consumo, y pierden por lo tanto capacidad adquisitiva. El aumento en la participación laboral tiende a compensar esta tendencia y así se evita que caigan los ingresos familiares reales. Pero esta situación no puede mantenerse indefinidamente sin quebrar la confianza de los consumidores y trabajadores. Y para que eso no ocurra es crucial que el Gobierno se proponga decididamente romper cualquier formación de expectativas; lo que sólo podrá hacerse invirtiendo a la baja las tasas del IPC y convenciendo a los ciudadanos de que esa va a ser una senda estable para sus salarios, ahorros, inversiones y empresas.
El BCE acaba de poner su grano de arena contra la inflación «subiéndonos» los tipos de interés pero nuestros políticos no acaban de tomar las medidas obvias: reducir el gasto público, liberalizar mercados, flexibilizar de verdad la contratación laboral, no acudir a medidas proteccionistas rancias y dejar que el mercado contenga los precios. Las declaraciones del ministro de Trabajo, ponderando la moderación salarial como freno a la inflación, son correctas. Sin embargo, esta disciplina será difícil de mantener sin que el Gobierno dé muestras de una estrategia decidida a combatir el alza continua de precios.