Guántanamo toca fondo
Actualizado: GuardarEl suicidio de tres presos en el campamento de Guantánamo -dos saudíes y un yemení- ha vuelto a colocar en el centro de las críticas a la Administración Bush por seguir permitiendo ese limbo jurídico en el que más de 400 «combatientes extranjeros» permanecen a la espera de un proceso legal que nunca llega. Pocas políticas de Washington cuentan con un frente de oposición tan amplio -incluso entre sus fieles aliados británicos- como ese centro de reclusión en suelo cubano. Y, desde luego, la primera reacción de los militares norteamericanos, que calificaron los suicidios no como fruto de la desesperación sino de «acto de guerra asimétrica» contra los Estados Unidos, no va a ayudar a que el resto del mundo deje de clamar contra semejante anomalía. El propio Alto Representante para la Política Exterior y Seguridad Común de la UE, Javier Solana, ha sido muy claro al decir que tratar la muerte como «acto de propaganda» es «excesivamente ligero».
Desde su creación tras la guerra de Afganistán, Guantánamo no ha sido otra cosa que el peor error estratégico cometido por el equipo de George W. Bush en su guerra global contra el terrorismo. Un error táctico que puede perfectamente considerarse el precedente de lo que después estalló en Abu Graib y que lejos de haber conducido a Washington a unos contundentes éxitos en la lucha antiterrorista se ha convertido en una impagable baza para los fundamentalistas. Guantánamo es el peor lastre para la imagen internacional de los Estados Unidos y para su política antiterrorista y difícilmente esa pérdida de credibilidad y legitimidad que le supone a la Casa Blanca se podría justificar por las informaciones conseguidas de los allí retenidos. Lo importante en la lucha antiterrorista no es tanto acabar físicamente con la cabeza de la hidra que es el terrorismo, sino cercenar su capacidad de regeneración. Y para esto tan importante como eliminar a los líderes terroristas es drenar su base ideológica y su cantera de incondicionales. Que Al Qaeda haya tardado apenas tres días en encontrar al sustituto de su máximo líder en Irak, Al Zarqaui, da una idea de lo importante que es también la batalla moral en la derrota del terror.
La Corte Suprema estadounidense debe pronunciarse en las próximas semanas sobre la legalidad de los tribunales militares de excepción creados por Bush tras el 11-S para juzgar a los «combatientes extranjeros» y es urgentísimo que el Alto Tribunal sentencie definitivamente cómo abordar un problema que el propio presidente ya ha reconocido que a él también le gustaría solucionar.