CUARTO DE PALABRAS

El padre de la criatura

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A los cuatro años, Mozart componía piezas de considerable dificultad; a los seis leía música y tocaba con destreza el violín. A los siete, su padre se lo llevó de viaje por todas las cortes europeas y, cuando volvió a Salzburgo con diez años, Mozart ya era una celebridad en el mundo de la música. Pero por muy genio que fuera, cabe hacerse una pregunta: ¿habría sido posible esta fama sin el empeño de su padre?

No son pocos los padres que están convencidos de haber engendrado un prodigio. Por lo general, y me incluyo, casi todos. Y no es por presumir (que no), pero mi chiquillo con cinco años hacía unos dibujos preciosos y, con seis, los coloreaba. Por eso me da coraje que se raje de los padres que apuntamos a los hijos a cualquier casting: Que si eso es explotarlos, que si es una práctica depravada, que si demuestra falta de escrúpulos... En el fondo, lo que transmiten con esa actitud es la envidia que les corroe porque sus hijos son normalitos, ¿o les parece bien que nunca hubiéramos sabido de Mozart, de Miguel Ángel, de Rimbaud...?

Yo soy «padre de criatura de casting», y no me avergüenza reconocerlo. Al último casting que he apuntado a mi hijo ha sido hace pocos días. Bueno, he hecho la llamada telefónica, he recibido el sms, he entrado en la página web... (los trámites normales), pero como tengo mucha experiencia en esto, le he puesto ese toque cercano que da la carta manuscrita y me he dirigido a la productora: «Estimados señores, como padre de candidato quisiera darles dos o tres notas que no he visto que pidierais en el registro. Una, os lo llevaríais virgen; el niño estudia Ciencias del Trabajo porque es una carrera corta. Va a cumplir los treinta, ya está en el último curso. Dos, aportaría un aspecto antropológico del lenguaje que daría mucho juego, es el rey de los monosílabos y cuando se le dice algo que no le gusta («déjate de ciencia y busca ya trabajo», por ejemplo), emite unos sonidos guturales que deben estar cercanos al mono. Tres, no usa la escobilla del retrete y eso (lo sé de sobras), crearía conflicto en la casa, y esto audiencia... En fin, no voy a transcribir la carta entera. Si ven a uno con la bufanda del Cadi en el próximo Gran Hermano, es mi niño, un prodigio. ¿Ya hubiera querido Mozart tocarse la flauta mágica como se la toca él (...sus castin, no me lo quito de encima)!