Zinha revoluciona México
Los de La Volpe aprovechan la entrada del menudo jugador y la ingenuidad de Irán para imponerse en un partido con carencias ofensivas y de creación
Actualizado: GuardarMarcador engañoso. Fue ese clásico partido entre tenistas en el que ambos llegan igualados al final de los juegos y en el desenlace siempre ganaba el mismo. ¿Causa? El salto de calidad, de oficio, de picardía, también fuera del terreno de juego, porque La Volpe supo cambiar en el momento oportuno, meter en el campo a Zinha y cambiar el signo del encuentro, que había sido una ful en la primera mitad.
No pueden ir los mexicanos así por este Mundial, con ese ritmo cansino, que parecen House a la hora de atender a los enfermos de gripe, pecata minuta para él. Tocaban y tocaban con lentitud enfermiza ante una selección, la iraní, que no tendrá otra cosa, pero orden posee todo y más. Les pusieron la cara colorada los asiáticos a los de La Volpe en una primera parte en la que México aprovechó una jugada de estrategia para imponerse, ya que con juego no podía. Les igualaba la organización de los iraníes, muy metidos en el partido, disciplinados en la marca y sin dejar un hueco para las entradas de los mexicanos, muy previsibles en ese discurrir a cámara lenta que tenían en la salida del balón desde atrás y en el discurrir por la parcela ancha.
Un cambio vital
Les empató Irán de la misma manera porque, no nos engañemos, tampoco podían de otra manera, con problemas creativos para afrontar defensas modernas y sin excesivo mordiente o llegada. Así que ahí andaban ambos equipos, en el alambre, con mucho riesgo mexicano de estrellarse por toda la polémica anterior creada en el equipo en las vísperas y porque su juego no convencía a nadie.
Pero La Volpe, que puede ser conflictivo pero de tonto no tiene un pelo, miró al banquillo y vio al pequeñito. Se dijo «esta es la mía» y habló con Zinha: «Al campo». Zinha es un tipo que pesa casi lo que Cruche (66 kilos) pero con 1,63 de estatura. Es decir, una bala, con potencia y habilidad porque además es un brasileño reconvertido en mexicano. Fue salir el pequeñito y a Irán le entró un vahído.
Entró Zinha y revolucionó el partido con su velocidad, sus aperturas y sus entradas desde la segunda línea. En ese batiburrillo, México encontró la ingenuidad de Irán, cuya defensa facilitó el segundo gol en un error que aprovechó Zinha para asistir a Bravo, que encontró en el pequeño el socio que necesitaba. Luego, el mexicano-brasileño marcó el tercero y sentenciaba el partido mientras que Irán aún buscaba sombras, enanas, en ese batiburrillo en el que Zinha había convertido el encuentro. México ganaba el choque, pero dejaba dudas sobre su mecánica general, alterada milagrosamente por un jugador letal.