Altas admoniciones
Actualizado: GuardarLa ruptura del PP con el Gobierno socialista no es un mero asunto bilateral, y así venían a reconocerlo ayer el ex lehendakari Ardanza y el obispo guipúzcoano Uriarte, dos personalidades a quienes se deben diferentes iniciativas encaminadas al fin de la violencia etarra. El purpurado, como mediador; el político, mentor de un plan que llevó justamente su nombre para normalizar la convivencia que el terrorismo de ETA impedía en Euskadi. La mediación de Uriarte se diluyó en las sombras de la política, y el plan Ardanza fue considerado en su momento como una pretensión inadmisible de máximos nacionalistas. Hoy en día se estarían añorando aquellas pretensiones. Refiriéndose a las iniciativas del Gobierno para abrir vías de diálogo que, por un lado, persigan el fin de la violencia y, por otro, orienten hacia el consenso la diversidad de planteamientos políticos sobre el futuro de Euskadi, Ardanza dijo ayer que «un proceso de esta envergadura requiere el apoyo y el aval de todas las fuerzas políticas, y máxime el apoyo de la fuerza política mayoritaria en la oposición, que es el PP». Al Gobierno de Zapatero le hace daño la actitud de la cúpula popular al sentirse desprovisto del mejor asidero para transitar por los andariveles obviamente inestables de un proceso que el mismo presidente se anticipó a calificar de duro, largo y difícil. Tanto Ardanza como Uriarte conminan al PP, aunque en lenguajes diferentes, a que vuelva al redil, integrándose en este proceso.
El obispo afirma que «el bien de la paz... es superior a cualquier interés político electoral de cualquier formación». Y añade, insistiendo: «Por tanto este bien (la paz) tiene que moderar otros intereses por legítimos que sean». Con menos miramientos, el ex lehendakari advierte, en tono políticamente solemne, de que «si el PP no se integra (en el proceso), que quede muy claro ante la opinión pública que dos no se entienden si uno se empeña en no querer entenderse». Es una forma de echar la actitud popular al pie de los caballos. Parece haberse iniciado espontáneamente y desde varios flancos una ofensiva de persuasión para llevar al PP al aprisco donde se refugian de la intemperie los partidos en toda buena democracia. Y los argumentos de un eclesiástico que ha asistido a conversaciones de representantes de un Gobierno anterior con dirigentes de ETA tienen peso específico, y no sólo por su papel en ocasiones de mediador sino también por conocer, desde su diócesis de Guipúzcoa, los sentimientos neocarlistas del Gohierri y los más ásperos y suburbiales de ciertos jóvenes urbanos. De la sabiduría experimental de Ardanza en lucha antiterrorista y en la etiología y desarrollo del terrorismo etarra no puede dudarse. De ahí que, al ver la posibilidad del fin de esa violencia que ha envenenado la convivencia en el País Vasco, especialmente en zonas rurales y en determinado barrios, se haya apresurado el ex lehendakari a salir en defensa de los esfuerzos por la paz, afirmando de paso que «ha de diferenciarse la mesa de los partidos políticos del final definitivo de la violencia, lo más importante y prioritario en este momento». También mencionó la evidencia de que, en la mesa del diálogo político, habrá de abordarse la autodeterminación, porque así lo quiere una parte de la sociedad vasca, pero añadiendo que abordar ese asunto significa sólo eso, abordarlo, sin que ello quiera decir nada más.
Y a las víctimas del terrorismo les pidió, por favor, que asuman sólo su papel y «no sean ustedes protagonistas de la política», apostilló. Reconforta en este momento de reacciones políticas iracundas y de movilización partidista de la calle que una voz como la de Ardanza haya procurado con autoridad poner las cosas en su sitio.