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De ratero a integrista

Nació y se crió en Al Zarqa, una misérrima localidad jordana y abrazó el fundamentalismo en prisión

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Para cualquier visitante occidental, Al Zarqa es un recóndito lugar del mundo, un oasis pedregoso, ocre y extremadamente caluroso donde se hacinan más de 800.000 personas rodeadas por un territorio desértico y baldío en el que no crece vegetación alguna, sin opción al ocio. A pesar de ello, esta localidad situada al este de Amán, la capital de Jordania, donde hace 39 años nació Al Zarqaui y de la que tomó su nombre de guerra, ha tenido recientemente pretensiones industriales, unas ínfulas desmesuradas y efímeras.

En la gris Al Zarqa, donde la mitad de la población es de origen palestino, nació y se crió Ahmed Fadil Nazzal al Jalaile, el verdadero nombre de Abu Musab al Zarqaui, un ratero profesional miembro de una familia de escasos recursos, de origen beduino. Allí se le detuvo por primera vez todavía adolescente y allí se le condenó a prisión repetidamente por hurtos y atracos de poca monta.

Sus allegados, que siguen viviendo en Al Zarqa, se enteraron por Al Yazira de su muerte. Mientras una parte de la familia no quiso hacer declaraciones, otra destacó su condición de «mártir».

Los datos que se barajan sobre su vida son tan huidizos como él mismo y en gran parte están envueltos en un halo de insondable misterio. Se sabe con certeza que en los años ochenta, durante una de sus habituales estancias en prisión, adoptó las ideas fundamentalistas de varios imanes con los que compartía la cárcel. Circunstancia que no debe sorprender pues es frecuente que los ladrones musulmanes se transformen en profundamente religiosos en prisión.

El punto cardinal de su ideología extremista se puede resumir en la lucha sin cuartel contra la ocupación de las tierras islámicas por parte de judíos y cristianos, tanto en la Palestina histórica como en Irak o en Arabia Saudí y en los demás países árabes donde hay presencia de tropas occidentales.

Tras salir de la cárcel a finales de los ochenta, y ya convertido al islam más radical, el que justifica la yihad e incluso muerte de cualquier infiel que ocupe la tierra sagrada de los musulmanes, Al Zarqaui marchó a luchar a Afganistán contra las tropas soviéticas.

Amigo del saudí

En las montañas afganas, trabó amistad con el saudí Osama Bin Laden, aunque en las últimas dos décadas sus relaciones han estado marcadas por turbulencias. En EE UU los colocaron al mismo nivel al igualar el precio de sus cabezas: casi 20 millones de euros.

En 1992 regresó a Jordania y fue arrestado. Convivió en la cárcel con clérigos particularmente radicales, como Muhammad al Barqawi, que le colocaron definitivamente en los márgenes del islamismo.

Ya prófugo, un tribunal jordano le condenó a muerte como autor de varios atentados, por tratar de derrocar la monarquía y crear un califato. Al Zarqaui consideraba al rey de Jordania corrupto y títere de EE UU e Israel.

En 1999 regresó a Afganistán y consolidó su relación con Bin Laden, pero dos años después, tras la invasión estadounidense que depuso a los talibanes, abandonó el país, vía Irán, y se estableció en Irak, donde se convirtió en uno de los líderes de la insurgencia. Al parecer, de Afganistán escapó tras resultar herido de gravedad en una pierna durante un bombardeo de la aviación estadounidense.

En Irak fundó Monoteísmo y Guerra Santa, un grupo que más tarde se afilió a Al Qaeda. Sus ataques están documentados al menos desde 2002. Él mismo contribuyó a su leyenda al introducir, a partir de 2004, una modalidad de secuestro que terminaba con la decapitación filmada de occidentales que habían tenido la ocurrencia de arriesgar sus vidas viajando a Irak.

Fuentes de la inteligencia europea han sugerido que la figura de Al Zarqaui ha sido magnificada desde Washington para transmitir la idea de que las actividades del insurgente jordano probaban una conexión entre Al Qaeda y Sadam Hussein, una relación que para muchos nunca existió. La desaparición de Al Zarqawi puede representar un golpe de efecto en la lucha de EE UU contra la insurgencia iraquí pero difícilmente significará el final de la resistencia.