ENTRADA. Alonso, en su llegada al trazado inglés. / REUTERS
AUTOMOVILISMO FÓRMULA UNO

Fernando Alonso ya espera a Michael Schumacher en el Circuito de Silverstone

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Llega el Gran Premio de Silverstone y se despliega el efecto invernadero de la influencia británica. La Fórmula 1 llega a las Islas, a su origen, a la cuna donde todo empezó. Aquel 13 de mayo de 1950,

primera carrera de la historia, invade este antiguo aeródromo de la Segunda Guerra Mundial rehabilitado como pista de automovilismo. El hechizo de lo auténtico, dicen por aquí, el público más entendido. Algo así como la catedral de la F-1.

Hasta Silverstone llega un Mundial partido en dos: Fernando Alonso y los demás. Lo dice la clasificación -el español ha sumado 64 puntos de 70posibles-, las comparecencias en el podio -siempre ha sido primero o segundo en las siete citas anteriores- y las sensaciones -¿quién no ha visto al coche azul y amarillo número 1 en cualquier secuencia de TV?-

Silverstone es, pues, un puerto más en la cadena de montañas que atraviesa el español camino de su segundo título mundial. Y se trata casi de un descenso a toda mecha más que de una ascensión con porcentajes. De la parsimonia de Mónaco, sus pianos como terraplenes, su prohibido adelantar y

su ausencia de escapatorias a este punto de la campiña inglesa donde se purifica el alma de los pilotos. Aquí se puede correr, llevar los motores al límite.

Otro desafío para las mecánicas y la pericia de las manos al volante. «Ferrari es el coche más rápido», suelta Fernando Alonso a modo de presentación. Por sus palabras se deduce que la fiabilidad de su Renault no se traduce obligatoriamente en caballos de potencia. «Hay que esperar a ver

cómo se desarrolla la carrera. Si soy primero o segundo será un gran resultado. En 2005 tenía mejor coche que ahora. Entonces, cada vez que el McLaren se retiraba era una bocanada de oxígeno. Pero ahora no pasará».