LA PALABRA Y SU ECO

El espejo de Blancanieves

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Cuando se pierde la compostura política, lo mejor que pueden hacer sus actores es someterse a una autocrítica de verdad y plantearse si sus actitudes responden al estilo, forma y aspiraciones de su electorado. Ningún partido con una decente representación parlamentaria debe responder solamente al criterio de sus militantes y dirigentes. Las bases actuales de las organizaciones políticas en gran parte se extienden a quienes las votan, y en verdad no creo que la estrategia del PP con respecto al proceso de paz iniciado por Zapatero para acabar con el terrorismo de ETA esté en sintonía con el número de ciudadanos que lo apoyó en las últimas elecciones. La reincidente táctica de convocar una manifestación cada vez que las cosas que ocurren en el parlamento no coincide con los deseos de la oposición, para así reanimar el espectáculo, jalearse a sí mismo y tratar de mostrar el descontento de las masas, es un tanto falaz, ya que quienes acuden a tales concentraciones son simplemente los sectores más radicalizados y militantosos de ese abanico de electores. Es como preguntar al espejo de Blancanieves para seguir oyendo lo que se quiere oír. En la próxima manifestación convocada por La asociación de las Víctimas del Terrorismo, auspiciada o diseñada por el PP, pasará lo mismo que en las anteriores. Miles de personas llegarán de toda España, corearán, insultarán al gobierno y, en nombre del dolor, tratarán de que se les devuelva las riendas del pacto antiterrorista a sus simpatizantes políticos. ¿Pero es eso lo que reivindican los votantes? El PP está perdiendo la comunicación con todos esos ciudadanos españoles que teóricamente les sustenta, al oponerse frontalmente a todo cuanto proponga, no ya el gobierno, sino el resto de los demás grupos parlamentarios. Pareciera como si quisieran ahondar en la herida de las dos Españas para al fin separarlas definitivamente a sangre y fuego. No es verdad que lo que verdaderamente le preocupe a los dirigentes del PP es que se hable con los batasunos antes de su legalización, porque ya ellos lo hicieron en varias ocasiones. Lo que no pueden soportar es no ser los protagonistas principales de la función. Porque lo que no entra en la cabeza de nadie es que al iniciar unas conversaciones en la que se pretende que los asesinos dejen de matar, se les pida primero que no sólo se arrepientan de su pasado, sino que asuman públicamente que su ideas, su nacionalismo y sus pretensiones independentistas han formado parte de una diabólica conjura que les atormentará para siempre, que juren ante la bandera española no ser más vascos que lo que permite la Constitución y reconozcan de una vez por todas que la lucha armada no respondía a ningún planteamiento político o social, sino a su baja naturaleza criminal, a cambio de absolutamente nada.

Todo este discurso es ridículo e inverosímil en cualquier inicio de conversaciones donde quiera que se celebren, y no puede ser la voz ni el eco de una mayoría ciudadana que desea vivir, no ya un importante proceso de paz, sino de normalidad de un país que cuenta con un parlamento y un gobierno modificables en cada cita electoral. Espejito, espejito.