Aniversario de escándalo
Las Ventas inicia la miniferia de su 75 aniversario con un fiasco de corrida, ganado inválido y una oreja regalada a Morante
Actualizado: GuardarLas Ventas perdió ayer el norte en muchos frentes. Otra vez la presencia de las figuras, sus exigencias en el tema ganadero, imponiendo un encierro de toros ni la mitad en todo lo que corresponde a esta plaza. Ni por continente ni por contenido se debió lidiar la corrida del Pilar, que terminó siendo un auténtico fiasco, incluidos los cuatros sobreros que se hicieron necesarios, tres de ellos en un mismo cuarto toro. El público, en tal grado de desesperación, llegó a aceptar como bueno un quinto toro manso y sin codicia, de tardas y medias arrancadas, que medió se dejó por el pitón izquierdo, por donde Morante cuajó muletazos sueltos de mucha estética. Detalles importantes, pero solo detalles. El toro, hay que precisar, in-cierto en sus embestidas. La actitud del torero, justo es reconocerlo, también fue otra muy distinta a lo que hasta ese momento se estaba viendo. El caso es que el público resolvió pidiendo una oreja para Morante y ovacionando al toro en el arrastre. Ver para creer. No hubo mayoría de pañuelos, y sí muchas protestas. Y si ahora tocara preguntar a los asistentes es posible que todos lo negaran. Porque Morante toreó con estética y relajo, a veces con la mano muy baja, pero sin ninguna ligazón. Un pasaje que duró dos tandas por el pitón izquierdo. Insuficiente a todas luces para el trofeo.
Si por tan poca cosa le dieron la oreja al de la Puebla, a Serafín Marín le hubieran dado otra de haber matado al sexto a la primera. Faena que tuvo más contenido en el toreo por el pitón derecho. Muy firme Marín en los cites de largo, esperando y llevando al toro largo, perfectamente embarcado. Así hasta que decidió cambiar a la izquierda, por donde se metía el toro, imposible.
Cuando quiso volver al pitón bueno, el toro había cambiado, y la faena fue ya irremisiblemente a menos, hasta diluirse prácticamente en la nada con el fallo a espadas.
Hasta aquí la historia taurina de la tarde. Porque hubo otra de mansos, inválidos y sobreros en los cuatro primeros, que empezaban a hacer la corrida verdaderamente insufrible. Ponce anduvo breve con el noble, pero flojo y descastado primero. Morante estuvo ausente con el paradísimo e inválido segundo. Marín quiso más con el tercero, mejor presentado que los anteriores aunque andarín e igualmente vacío de raza. Lo del cuarto fue, sencillamente, el colmo.