Cultura

Del 'Índice' al 'Nihil obstat'

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La Iglesia empezó a preocuparse por lo que se publicaba en los libros poco después de la invención de la imprenta. Los de temática religiosa suelen incluir el Nihil obstat o Imprimatur, una autorización dada por un teólogo censor que garantiza que nada hay en sus páginas que se aleje de la ortodoxia de la Iglesia.

En cambio, para los de temática no estrictamente religiosa o teológica, Roma optó no tanto por autorizaciones como por listas negras. Fue el Papa Pablo IV quien ordenó elaborar el primer Índice de Libros Prohibidos, que se publicó en 1559. Doce años después, Pío V creó la Congregación del Índice de Libros Prohibidos.

La lista de libros incluidos en el Índice fue larguísima porque se actualizaba periódicamente, para incluir nuevos títulos. En total, se hicieron hasta una treintena de versiones del Índice, casi la mitad de ellas en el siglo XX, hasta que en 1966 el Papa Pablo VI ordenó su desaparición. En el Índice se incluían no sólo libros heréticos: también había textos de contenido erótico, tratados de magia y astrología y en general cuantos volúmenes contuvieran algo que atentara contra las normas cristianas. Los lectores de esos li-bros podían ser excomulgados.