UNIDOS. Personas de todo el país, agolpadas el jueves tras las vallas para dar su personal adiós a los restos de la cantante.
Cultura

Noventa días de plegarias por cuarenta años de amistad

Una de las personas congregadas en Chipiona pasó meses viajando, cada día, de Jerez a Regla para pedir por la cantante

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Cada uno digiere las pérdidas como quiere o puede. El dorso de las vallas que jalonaron el recorrido del féretro de Rocío Jurado en Chipiona escondía el jueves miles de historias distintas y cientos de formas de tragar el dolor y quedar en paz con los ausentes. Y todas con un denominador co-mún. Porque si las cadenas de televisión arrojaban desde Ma-drid fogonazos de exaltación desgarrada, gritos y lloros desconsolados, los paisanos, -de nacimiento o corazón- de la cantante vivían el trámite con recogimiento y mucho respeto. Arremolinados tras las vallas, esperando en las colas de la madrugada a las puertas de la capilla ardiente o caminando silenciosos tras el féretro, ellos vivieron el duelo sin alharacas, cada uno con una historia guardada en el bolsillo de las penas y una vinculación distinta para recordar.

Asunción -«aunque me llaman Choni, rey»-, de 60 años de edad, decidió hace tres meses pasar lo inevitable acudiendo diariamente a rezar y escuchar misa al Santuario de la Virgen de Regla «para pedir por ella» ante el pregonado desenlace. Su historia se perdería en la tibieza de lo cotidiano, si no fuera porque Choni vive en Jerez y debía desplazarse cada día hasta Chipiona para acudir al culto. «Me levanto muy temprano, ¿sabes?»

La razón: «Nos une una amistad desde hace más de 45 años», una relación que surgió gracias a un giro del destino y la buena actuación de su marido, que el sábado portaba una vela encendida a su lado. «Juan trabajaba de mecánico en carretera» y estaba haciendo una guardia, cuando recibió el aviso de una avería, y le terminó «arreglando los platinos» al padrino de Rocío Jurado en una cuneta. «Él quedó encantado -na-rra Juan- y me invitó a comer a su casa, me dijo que estaba muy agradecido y que viniese con mi novia», que por aquél entonces ya era Choni.

De comer, cocido

«Recuerdo que entramos a la casa, y la abuela Mercedes nos había preparado cocido para comer», recuerda ella. Allí estaba Rocío Jurado, que por aquél entonces era una adolescente. «Yo tenía 18 años, y de eso hace más de 40». Con el paso del tiempo, la amistad se fue consolidando. «Hasta el día de hoy», dice Choni con dos discretas lágrimas asomando de los ojos sin llegar a caer.

Y es que «han sido muchas cosas, muchos años de amistad y muchas vacaciones» transcurridas en su vivienda de Chipiona, confiesa la protagonista de esta historia, que llegaba de Jerez de enterrar a su padre el mismo jueves. «Y ni por eso podía faltar de aquí, para decirle adiós a una persona que era pura bondad, simpatía, una mujer que se pasó su vida ayudando a los demás, sencilla como ella sola», admite Chony, que se preparaba para recibir con serenas palmas el féretro de la cantante.

«Debía de estar ahí»

A su lado, muchos otros viven su particular relato. Como el de Nieves, que también se había acercado desde Jerez, Asunción, de Puertollano o Francisco, de Sevilla, que acompañaba a la cantante cada 8 de septiembre tras la Virgen de Regla en esa misma plaza.

Tampoco quiso faltar Loli, gaditana y miembro de la Peña La Perla de Cádiz, que no encontraba una explicación concreta a su presencia. Sencillamente, «sentía que de alguna manera, debía de estar allí», sensación compartida por muchos; dolor único con mil caras, una por cada una de las personas que esperaban para decir adiós. «A mi edad, es más un hasta luego», decía Choni, dispuesta a entrar en la capilla ardiente para rematar el último de sus 90 días de plegaria.