Cultura

Director por azar

El autor ha imbricado en su obra de modo natural cine y literatura

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El personaje de William Hurt en Smoke se llama Paul Benjamin. Es un novelista residente en Brooklyn y fumador compulsivo de puritos, que relata la historia de un hijo que encontró el cuerpo de su padre congelado en la montaña. Se había perdido años atrás, justo a la misma edad que tenía su vástago cuando se inclinó sobre el hielo y, claro, se vio a sí mismo.

Paul Benjamin es el nombre completo de Paul Auster, célebre vecino de Brooklyn, fiel consumidor de cigarros holandeses. Y el relato de Smoke ya estaba contenido en la Trilogía de Nueva York. Es la prueba de cómo la realidad alimenta la imaginación de este fabulador de historias, que imbrica cine y literatura de modo natural. Por algo el jurado del Príncipe de Asturias alaba su habilidad para «innovar el relato cinematográfico e incorporar a la literatura algunas de sus creaciones».

Smoke permanece como la adaptación más afortunada del universo austeriano. Codirigida en 1995 por Wayne Wang y el propio escritor -que no figura como tal en los créditos-, sigue a varios personajes que coinciden en un estanco de Brooklyn. Wang leyó el Cuento de Navidad de Auggie Wren, publicado por primera vez en The New York Times, y convenció al novelista para escribir el guión. En la cinta respetó el poder de fascinación de su prosa al hacer que Harvey Keitel recitara el cuento palabra a palabra sobre las imágenes.

Improvisaciones

Paul Auster quedó tan satisfecho de la experiencia que se animó a dirigir junto a Wang Blue in the Face, un experimento rodado a partir de situaciones improvisadas en el mismo estanco. A los actores anteriores se sumaron amigos del vecindario como Lou Reed, Madonna y el músico John Lurie, quienes divagan en un divertimento que comparte con Smoke su reivindicacion de una ciudad a escala humana para resultar habitable.

El autor de Leviatán, jurado en Cannes en 1997 y valedor de Pedro Almodóvar para el Príncipe de Asturias de las Artes, siempre se ha resistido a que sean manos ajenas quienes adapten sus libros. No quedó demasiado satisfecho de la labor de Philip Haas en La música del azar (1993), ni del drama erótico que Wang pergeñó con su guión para El centro del mundo (2001). Claro que su segundo largo tras las cámaras, Lulu on the Bridge (1998), la historia de amor entre un saxofonista y una actriz (de nuevo Harvey Keitel y Mira Sorvino), tampoco acertaba a trasladar la ma-gia de sus textos.

La concesión del Príncipe de Asturias le llega al escritor en mitad del rodaje de La vida interior de Martin Frost. Los alrededores de Lisboa son el escenario de esta adaptación de El libro de las ilusiones, aunque Auster prefiere hablar de una «extensión» de la novela. Sophie Auster protagoniza esta coproducción entre Francia, España y Portugal, que su autor no pudo rodar en EE UU.