ESPAÑA

Verde esperanza

Los 264 guardias civiles en prácticas llegados a Cataluña para contener los asaltos a viviendas comienzan a trabajar

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Y llegaron los hombres de verde. Para cachear la noche en busca de asaltadores de sueños y viviendas, y propiciar sueños más tranquilos a los habitantes de urbanizaciones y pequeños pueblos de las provincias de Tarragona y Barcelona. Los 264 guardias civiles, en su gran mayoría recién salidos de la academia de Baeza (Jaén) y en fase de prácticas, empezaron a arribar la semana pasada a Cataluña desde varios puntos de España para poner freno a la preocupante oleada de asaltos a viviendas. Los novatos, como Alexander, de 23 años, comienzan a formarse estos días en experiencia sobre el terreno, patrullando al lado de compañeros expertos. A ojos de muchos de los habitantes de poblaciones, el verde de la Benemérita es lo más parecido al azul del Séptimo de Caballería; los refuerzos ungidos para hacer frente a las hordas de rumanos, albano-kosovares o españoles que han sembrado el pánico.

Instrucciones

La noche del lunes fue una de las primeras de servicio para todos los Alexanders venidos a Cataluña. A las 10 de la noche, en el cuartel, el alférez Juan Carlos cita en un corrillo a nueve de sus hombres y les instruye para patrullar la noche. «Nos dividiremos por tres zonas: Sitges y sus urbanizaciones, Cubelles y Sant Pere de Ribes», empieza Juan Carlos. Cuatro instrucciones más y «¿a trabajar!». Poco después, algunas de la patrullas se dirigen a Vall Pineda, una urbanización de pasta, con garitas de vigilancia privada en las entradas. Allí, en la noche del 30 de abril, cinco encapuchados esperaban a un empresario en la puerta de su lujoso chalé. Cuando la víctima llegó a su casa los asaltantes le empujaron hacia su interior y le golpearon con un objeto contundente. Le robaron 180.000 euros. En esa zona, la Benemérita instala un punto de identificación preventiva: casi todo vehículo que pasa por allí se le para y se le somete al ojo escrutador de una linterna. «El pasado viernes paramos a un rumano y le encontramos en el coche una sierra radial...», me explica Juan, otro guardia recién llegado. «Se comprobó que no estaba fichado -prosigue- y se le confiscó la sierra».

La noche continúa con dos nuevos servicios en el centro de una desoldada Sitges. El efecto que tendrá esta marea de uniformes verdes llegados a Cataluña es aún impredecible. Pero, al menos, uno intuye que sólo el mero hecho de que se vean más agentes en las calles, ahuyentará a los ladrones. Aunque hacia quién sabe dónde.