LA GLORIETA

Segundón de calendario

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El martes es un día raro despojado de la áspera acritud del lunes, no cuenta con la venia equidistante de quien se vino a llamar miércoles. Tan cómodamente acodado en el ansiado centro, tan estratégico él en mitad del foro.

Consejero del atormentado lunes en esa desazón incómoda de quienes sienten poco afecto, el martes se ha convertido sin quererlo en un silencioso censor de la estrenada vanidad del jueves, ya claro reflejo de quien olvida su lugar en el mundo. Así contempla el ir y venir de la frivolidad ajena, de uno más que se olvida de su sino de peón de calendario para militar, mientras le dejen, entre los ociosos del fin de semana.

Convertido en bisagra, el martes se muestra agradecido cuando en burocráticas reuniones se le permite mutar en latin lover de los puentes vacacionales. Sin rastro de congoja frente a las altivas miradas del sábado y el domingo, él sabe que está por encima de todo eso. Más afín con el radiante viernes, el martes ostenta prudencia frente al cariño popular que lo erige en líder a golpe de santoral.

El martes es unos de esos días raros que sabe de sus humildes virtudes, la de ser acicate productivo, después de su depresivo antecesor.

Ya en aspectos formales, el martes se descubre redondete y pragmático, siempre dispuesto a escuchar lamentos. Caballero cabal en su papel tibio, sabe que nunca ocupará los anales de la emotividad colectiva, que difícilmente inspirará un poema.

Sentada frente a una cuadrícula, ayer, quién sabe por qué, me decidía a dibujar su perfil de segundón cálido. A descubrir ese entramado de ideas más que íntimas, las que me unen a este día inadvertido, eslabón modesto de nuestra relación con el tiempo.