Tribuna

Las Misiones Pedagógicas: un proyecto para llevar la cultura a la España olvidada

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Hace 75 años, el 29 de mayo de 1931, se creó por decreto el Patronato de Misiones Pedagógicas con el encargo de «difundir la cultura general, la moderna orientación docente y la educación ciudadana en aldeas, villas y lugares, con especial atención a los intereses espirituales de la población rural». La II República puso en marcha, sólo un mes y medio después de ser proclamada, un ambicioso proyecto para impulsar la educación en España e intentar paliar el gran retraso cultural.

En la provincia de Cádiz se crearon entre 1932 y 1933 28 bibliotecas en: Alcalá de los Gazules, Algeciras, Benaocaz, Bornos, Cádiz, Grazalema, Jerez de la Frontera (10), La Línea (2), Puerto Real, Puerto de Santa María (2), San Fernando, Sanlúcar de Barrrameda, San Roque, Trebujena (2), Ubrique y Villaluenga del Rosario.

La organización de una Misión Pedagógica se iniciaba con la previa propuesta de una zona misionable. Una vez aprobada, el Patronato decidía la puesta en marcha de la Misión eligiendo para ello al personal necesario. «La colaboración personal solía ser libre y gratuita, como empresa de espíritu y generosidad y de limpio acercamiento a los humildes». Comenzaban con una introducción de Manuel B. Cossío, que afirmaba con orgullo: «...Somos una escuela ambulante que quiere ir de pueblo en pueblo. Pero una escuela donde no hay libros de matrícula, donde no hay que aprender con lágrimas, donde no se pondrá a nadie de rodillas, donde no se necesita hacer novillos. Porque el gobierno de la República que nos envía, nos ha dicho que vengamos ante todo a las aldeas, a las pobres, a las más escondidas, a las más abandonadas, y que vengamos a enseñaros algo, algo de lo que no sabéis por estar siempre tan solos y tan lejos de donde otros lo aprenden, y porque nadie, hasta ahora, ha venido a enseñároslo, pero que vengamos también, y lo primero, a divertiros...»

En la provincia de Cádiz visitaron: Villaluenga del Rosario -La Barrida- (Cádiz), Benaocaz y Tavizna. Así era relatada una de ellas, Villaluenga del Rosario. «La Barrida es un grupo de cortijos, de chozas verdaderas, con paredes sin argamasa y de un metro de altura, con techo de paja, un solo departamento para las personas y otro para las cabras. A un kilómetro una choza de otra, con una escuelita en el centro. A la escuela citamos a las gentes, y curioso de verdad era el espectáculo de la llegada, como a una romería, por sendas de cabra, las familias enteras. Hasta los niños de pecho nos escucharon. Y de una gran emoción las dos sesiones. El cine produjo delirante entusiasmo entre los muchachos; lo acogieron con gritos de selva». Uno de los espectadores les dijo: «Cuarenta y cinco años tengo yo y he ido una sola vez a Ronda. Y a ningún otro sitio nunca». Trabajosas de verdad fueron las dos sesiones, por las distancias y por las dificultades, pero bien compensadas quedaron con el contentamiento que nos dieron. El segundo día hicimos la sesión en una habitación particular, a la vez alcoba y cocina. Les llevamos juguetes a los niños y perdieron totalmente el miedo con que nos miraban la primera tarde.

Las Misiones Pedagógicas fueron una experiencia pionera que ampliaba el campo de acción de lo que hasta ese momento habían llevado a cabo las enseñanzas oficiales, contribuyendo a difundir la cultura de una manera más directa y al mismo tiempo divertida. Iniciando un camino a través de la palabra, la imagen (museo ambulante y cinematógrafo), la representación (teatro y títeres) y la música que, tras el largo paréntesis de la dictadura, sería continuado con la llegada de la democracia por las políticas culturales municipales y provinciales.

Setenta y cinco años después, la esforzada e imborrable labor de las Misiones Pedagógicas merece ser reconocida y valorada en su justa medida. La memoria histórica también tiene que hacer justicia con estos voluntarios, sufridos e infravalorados pedagogos que dieron lo mejor de sí mismos por llevar a las poblaciones más olvidadas un poco de aliento y alegría. Muchos fueron represaliados, humillados, expulsados de sus escuelas e incluso fusilados por los golpistas. Este fue el precio que pagaron por su lucha en favor de una educación más digna y por hacer llegar la cultura a los más desfavorecidos. Se trata, en definitiva, de valorar el esfuerzo que realizaron aquellos voluntarios de la cultura para intentar sacar a España del analfabetismo y la ignorancia.