Editorial

Riesgo hipotecario

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Las numerosas alarmas que están saltando en nuestro país como consecuencia del vertiginoso crecimiento de la compra de viviendas financiada con hipotecas están más que justificadas. El ministro de Economía, Pedro Solbes, El Banco de España y la Asociación Hipotecaria Española acaban de llamar la atención sobre el hecho de que el crédito hipotecario esté creciendo actualmente al mayor ritmo conocido en los últimos doce años: más de un 25% en el primer trimestre del año. El pasado mes de marzo ha sido el «más expansivo de la historia del mercado hipotecario nacional» y, por ello, no es nada extraño que el Banco de España nos recuerde los elevados riesgos financieros que conlleva esta situación; ni ha de sorprender que Solbes avise del riesgo inflacionario que supone una insaciable demanda de viviendas alimentada por el inagotable combustible de las hipotecas a cada vez más largo plazo. Somos los ciudadanos los que deberíamos preguntarnos tanto por las raíces como por las consecuencias de esta expansión hipotecaria.

En los últimos años se ha ido extendiendo una cierta percepción de que los prestatarios se están comportando irresponsablemente y de manera caprichosa. Nada más lejos de la verdad. A pesar de los recientes repuntes de los tipos, el interés sigue estando a niveles cercanos a cero -una vez descontada la inflación- y esto hace atractivo el crédito a cualquier comprador de dinero, especialmente si se trata de usarlo en una inversión de alta rentabilidad como es una vivienda. En segundo lugar, la confianza a largo plazo de los prestatarios se basa además en las buenas perspectivas sobre el mantenimiento de sus ingresos, y estas perspectivas se fundamentan en el dinamismo de los mercados laborales, sobre los que no hay razones sólidas para pensar que se vayan a colapsar. Y en último término, aunque la época de los tipos negativos haya pasado, es muy improbable que lleguemos a ver tasas de interés que arruinen a las familias. Dicho lo cual, conviene recalcar una vez más que la avalancha de créditos que sufrimos no es en absoluto irrelevante para el resto de la economía.

Solbes tiene razón al preocuparse por su impacto inflacionario porque, en efecto, el gasto que las adquisiciones de viviendas supone, está tirando de nuestros precios hacia arriba y ese es precisamente el punto más sensible de la economía que él dirige. El Ministerio de Economía, ya que no puede controlar una política monetaria en manos del Banco central Europeo, debería preocuparse más sobre el nivel de gasto público y sobre las reformas para agilizar los mercados si pretende realmente evitar que los precios sigan disparándose. Porque si no se lucha contra la inflación, el sector exterior puede terminar generando mucho desempleo, y si éste se extiende, entonces es cuando sí se pueden comprometer los pagos de las hipotecas y poner en muy serios apuros a todo el sistema financiero español.