Editorial

Aproximación energética

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L a cumbre entre la Unión Europea y Rusia celebrada ayer en la localidad de Sachi, en el Mar Negro, ha concluido con resultados más bien modestos, a pesar de la firma de nuevos acuerdos sobre visados para Rusia y la continuación del diálogo abierto este invierno sobre el mercado de la energía. El tema principal sobre el que giró la reunión mantenida en el balneario ruso ha sido el de la seguridad energética, y el pobre balance alcanzado es el más claro síntoma de la falta de confianza creciente de los europeos hacia un Vladimir Putin que se permitió el día de Año Nuevo cerrar la llave del gas para castigar a Ucrania, sin calibrar las repercusiones políticas que eso le supondría en sus relaciones con la UE. El dirigente ruso pensó entonces que desde su privilegiada posición de productor no tendría mayores dificultades en imponer sus precios a Kiev, pero olvidó que si Rusia tiene el monopolio del suministro, Ucrania es paso obligado del 80% de este producto hacia Europa y, por tanto, insoslayable monopolio de distribución de su gas. El resultado fue que a costa de perder gran parte de su credibilidad como proveedor fiable, Putin tuvo que firmar un acuerdo de precios con Ucrania muy lejos de sus objetivos iniciales, so pena de producir a sus relaciones con la UE, especialmente Alemania, un deterioro irreversible. Para la Unión, la relación con Moscú es de gran importancia estratégica, ya que buena parte de su aprovisionamiento energético proviene de Rusia, que sigue siendo además un actor internacional de primer orden, con mucha influencia en Oriente Próximo y en China, e incluso en Irán, aunque hasta ahora Moscú haya ayudado al régimen islamista a ganar tiempo. Pero la jugada de la estatal Gazprom cortando el gas en pleno invierno ha hecho que la canciller alemana, Angela Merkel, y el presidente de la Comisión Europea, Durao Barroso, estén más dispuestos a unir fuerzas para formular una todavía inexistente política energética europea.

Desde el significativo movimiento realizado por Rusia, Bruselas ha tomado conciencia de la necesidad de diversificar el suministro y encontrar un modelo energético menos arriesgado y Putin, a su vez, se ha percatado de que incluso un régimen tan autoritario como el suyo está a expensas de una buena relación con Europa.