NÚMEROS. Juan Ignacio Cirac, en Munich, donde da clase. / EFE
JUAN IGNACIO CIRAC FÍSICO CUÁNTICO, PREMIO PRÍNCIPE DE ASTURIAS DE INVESTIGACIÓN CIENTÍFICA Y TÉCNICA 2006

«Mi desafío es revolucionar el universo informático»

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Dicen que es el impulsor de la nueva ciencia del siglo XXI, aquella que explica el mundo microscópico -a nivel atómico- con leyes físicas que luego aplica a las autopistas de la información. Se llama Juan Ignacio Cirac Sasturain, tiene 40 años, y desde ayer un nuevo premio en su meteórica carrera, el Príncipe de Asturias de Investigación Científica y Técnica. Se lo concedió un jurado de expertos por su «liderazgo mundial en la propuesta y desarrollo de la información cuántica» y, precisamente, por combinar la física cuántica y la teoría de la información. La noticia le llegaba ayer a su despacho de Munich, en el Instituto Max Planck, que dirige y con ella la satisfacción plena.

-¿Orgulloso?

-Imagínese. Este premio me hace muy feliz, no se puede imaginar la satisfacción.

-¿Sabe que es el investigador más joven de toda la historia de los Premios Príncipe de Asturias?

-Eso me han dicho y al pensar que soy el más joven el orgullo se hace inmenso. De verdad, no lo esperaba.

-Lleva años trabajando en el ordenador cuántico. ¿En qué consiste y para que sirve?

-Es un ordenador que trabaja con las leyes de la física cuántica y éstas son las que nos hacen entender el universo de los átomos y las moléculas. Un ordenador cuántico, por tanto, no tiene chips, sino que hace sus cálculos con átomos individuales, cuya física tienen unas leyes muy raras y muy distintas a todo lo que conocemos.

-¿Pero qué le aportará al usuario del futuro?

-Las posibilidades de la computación cuántica son gigantescas y van a revolucionar la informática encontrando aplicaciones prácticas para los ordenadores. Ese es mi desafío. Con ordenadores que funcionen utilizando las reglas cuánticas en vez del sistema tradicional, los cálculos se hacen infinitamente más rápidos que ahora, por tanto la información se procesará a una velocidad de vértigo, que ahora nos parecería de ciencia ficción. El almacenaje de datos será otra de sus virtudes, pues será prácticamente infinito.

-Al usuario le preocupa la seguridad de sus datos, ¿qué aportará en este sentido?

-Ya nadie tendrá que preocuparse por ella. Será total. Nadie podrá descifrar informaciones confidenciales, ni penetrar en un ordenador cuántico desde fuera. Si alguien trata de descifrar una clave almacenada cuánticamente ésta quedará variada. Nadie podrá, además, utilizar la información en la que tu trabajas privadamente, porque el usuario se enteraría en el acto.

-¿Pero cómo?

-En este mundo microscópico las propiedades físicas no están definidas, porque sus reacciones son cambiantes. Cuando leemos algo estamos variando sus características, puede, por ejemplo, cambiar su color.

-¿Todo esto sigue siendo teoría o ya es realidad?

-Ya existen pequeños prototipos, ahora tenemos que trabajar en el ordenador real, que nos permita hacer cálculos que hoy todavía son imposibles

-¿Qué se necesita para superar el prototipo?

-Muchísimo dinero y muchísimo tiempo. Podrá existir dentro de 30 ó 200 años.

-¿Tendremos que saber física cuántica para usar su ordenador?

-No necesariamente. El mismo conocimiento de electrónica que tiene ahora un usuario cualquiera, es decir, ninguno.

-¿En qué otras líneas de investigación trabaja?

-También intentamos ver qué pasa si se baja la temperatura de una materia hasta lo que llamamos el cero absoluto, cuando sus propiedades empiezan a hacer cosas muy raras, pueden repelerse, atraerse... El caso es analizar esos cambios para buscar nuevas aplicaciones.

-¿Dirigir el Max Planck le permite mantener la docencia?

-Sí, doy clases en la Universidad de Munich.

-Usted trabaja en Alemania porque se lo han pedido en ese país, pero la mayoría de los investigadores españoles salen al extranjero por necesidad ¿qué opina?

-Es realmente triste. España de-bería tomarse más en serio la ciencia. La mayoría de los investigadores trabajan en desventaja con sus colegas extranjeros, primero por falta de dinero, pero también por falta de una tradición que es necesaria.