MILENIO

en el congreso

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El debate ayer en el Congreso sobre «la cuestión andaluza», por decirlo con pocas palabras, tuvo una evidente estrella mediática: Mariano Rajoy, y la confirmación de Durán i Lleida (CiU) como un parlamentario fino, agudo y con una capacidad analítica notable. Por lo demás, cierto ambiente de día grande en la Cámara, con muchos rostros andaluces de las ocho provincias, y los inevitables vacilones del mundo mediático madrileño fardando entre cables de cámaras, corrillos de diputados, becarios a tanto la pieza y algún tertuliano político sin nido de víboras donde posarse.

Abrió Zapatero sin estridencias, aseado, respetuoso y desplegando datos históricos sobre la Andalucía de los últimos 25 años. Y a esto que le tocó el turno a Mariano Rajoy, registrador de la propiedad en la vida civil y luciendo esa barba que a veces nos recuerda a un monje de clausura. Qué bien estuvo el líder popular, que irónico, que ocurrente, sin acritud, despertando con frecuencia sonrisas en las bancadas y numerosos aplausos entre su gente. El señor Rajoy ha mejorado espectacularmente como parlamentario en los últimos tiempos, y su discurso en nada se asemeja al del licenciado Acebes, que es monocorde y demoledor con los adversarios, ni tampoco con el del galante cortesano Zaplana, un hombre de sonrisa clavada y fría.

El líder Rajoy comenzó cuestionando sólidamente la reforma del Estatuto andaluz, al que calificó de «hermana menor» del catalán, y, además, negando la mayor: no existe tal reforma. Lo que existe, según el prócer Rajoy, es un estatuto nuevo. Posiblemente. La tomó con Zapatero, pero con ley, sin acritud, aunque sí contundentemente, y acabó trazando un espléndido canto del Estado centralista, el que rigió la nación desde el cardenal Cisneros hasta la Transición política. ¿Lo hizo queriendo o se calentó en exceso? Posiblemente las dos cosas, pero actuó bien, porque si el Estado de las autonomías no le va, por qué razón tiene que reprimirse y decir lo contrario. Al final, inevitablemente, se la puso a huevo a Durán, y el catalán se lo agradeció.