Virus
Actualizado: GuardarLA GLORIETA Hay enfermos que no entienden nada. Gente irresponsable que pilla un virus cuando nadie se lo pide, insensatos que se golpean cuando están cerrando el servicio sanitario. Si es que no hay cordura El domingo un piadoso voluntario me sacó los colores. Andaba afanado limpia que limpia su escarlata lancha motora. Tan buen día de playa y tan sucísima que estaba la barca, ¿dónde narices iba yo, 19.01 de la tarde, a pedir cuentas por un ojo morado que ni siquiera era mío? Aquel meritorio de David Hasselhoff me miró beatífico antes de anunciar que se disponían a cerrar. «¿Y dónde hay que ir para curar un golpe?». «A Urgencias», me replicó sonriente. Todo el día con la cabeza al sol y tarde menoscabada por colapso acuático, opté por el mutis. Frente a una cohorte de machotes vestidos de rojo, acababa de entender cuán egoísta había sido mi postura. Esa noche di con la clave de tanta felicidad: no me preguntó dónde era el porrazo.
Al día siguiente la situación se invirtió. En mitad de un ambulatorio de barrio, una médica sufría el escarnio de no haber mutado en un tercer brazo. Culpa suya, la verdad que no está el sistema para tolerar desafíos a la competencia. ¿Qué el Diraya se cuelga? Pues a hacer recetitas a mano. ¿Y si no hay manos? Pues a mutar, mujer que no están los presupuestos para recolocar a los auxiliares de consulta con las elecciones a la vuelta de la esquina.
Hay médicos que no entienden nada. Gente tiquismiquis que pretende atendernos a todos. Señora doctora, vaya aplicando la ecuación del triunfo, el mágico bebedizo de la sonrisa. Dése muchos paseítos y, en cuanto llegue la hora, cierre el chiringo. La clave está en no preguntar qué les duele.