Editorial

Biodiversidad en declive

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El Día Internacional de la Diversidad Biológica, que se celebró ayer, coincide con un año, 2006, que ha sido declarado por la ONU Año Internacional por los Desiertos y la Desertificación. Estas dos realidades, la pérdida de la diversidad biológica y la desertificación, están tan entrelazadas y son ya tan evidentes que el Convenio sobre la Diversidad Biológica ya anunció que el objetivo para la jornada era llamar la atención sobre la necesidad de proteger la diversidad biológica en las tierras áridas. Y no es éste un objetivo secundario por cuanto casi la mitad de la superficie de la tierra está formada por éstas y una de cada seis personas depende de estos frágiles ecosistemas para sobrevivir.

Estos ecosistemas, entre los que se encuentran nuestros paisajes mediterráneos, son vitales para la subsistencia de casi dos mil millones de personas, pero al recibir lluvia de manera muy irregular son especialmente frágiles ante la presión de la actividad humana. De hecho, la transformación de los hábitat para diversos usos han llevado a la degradación de más del 20% de los mismos, peligro de extinción para 2.311 especies y pérdida de más de 40.000 millones de dólares al año en producciones agrícolas. La pobreza ha forzado a los pueblos que dependen de los recursos naturales a sobreexplotar tierras marginales. Pero no siempre es la falta de recursos lo que empuja a la sobreutilización de estos ecosistemas.

La Asamblea General de las Naciones Unidas ha reconocido la urgencia de estas cuestiones y el Programa de Trabajo sobre la Diversidad Biológica de las Tierras Áridas y Subhúmedas ofrece una orientación sobre acciones para reducir la desertificación y preservar la diversidad biológica para el 2010. Las acciones que se pueden emprender para reducir el impacto humano y, por tanto, reducir el índice de pérdida de diversidad biológica en las tierras áridas y subhúmedas pasarían por reducir el sobrepastoreo y los contaminantes producidos por la agricultura intensiva, disminuir la conversión para la agricultura y asentamientos urbanos de los ecosistemas de pastizales y sabanas, avanzar en el control de las especies exóticas invasoras en esos ecosistemas, ayudar en la creación de instituciones que alivien la pobreza y permitan que los medios de vida sostenibles sean viables. Una lista que no será fácil de aplicar pero que no admite demoras. El tiempo para invertir el proceso destructivo se acaba y si no se actúa, las consecuencias pueden ser insoportables para la humanidad.