El barrio de santa maría
Actualizado: GuardarSi se llega a Cádiz por carretera y se cruzan las Puertas de Tierra, nos topamos de frente con Santa María; un barrio escaparate del Cádiz terrestre-marítimo por su posición estratégica, su historia, cultura y leyendas. Por la razón que fuere, Santa María está a años luz de convertirse en su propia realidad y dista mucho de lo que fue en época inmemorial.
En su casco urbano no existe un sólo rótulo, ni una sola mención que recuerde que por allí, por su suelo, pasaron fenicios, romanos, árabes y gente venida de todos los lugares del mundo. No existe ni tan siquiera un sólo resquicio que recuerde su generoso pasado atractivo y cosmopolita. Su esplendor histórico clama desde la tumba. Es recomendable despertar el alma del viejo barrio y darlo a conocer como reclamo para nuevos amaneceres y futuras actuaciones.
En la actualidad, como el Ave Fénix, se despierta de su letargo satisfecho de humedades y de dolores contenidos. Suave, como la brisa y un beso, recupera los colores de su cara. Mansa y dócilmente comienza a caminar, con pasos trémulos pero decididos, como su Nazareno cuando baja por la cuesta de la Jabonería. Tras un largo y dramático dimes y diretes de las administraciones, su recuperación se palpa y se nota.
Su tarjeta de presentación es impresionante y casi única. Recorrer sus calles estrechas y angostas, que evocan sueños y leyendas, es una experiencia interior aleccionadora. Calle Goleta, Plocia, Botica, Mirador, Suárez de Salazar, Antulo, Callejón de los Negros...; vías estrechas y misteriosas, adobadas y calafateadas por esencia de yodos y breas marineras. Contemplar sus casas palacio y patios de abolengo es trasladarse a otros tiempos de abundancia. Admirar sus balcones con sabor a cacao virreinal es una evocación contemplativa y exhaustiva. Un barrio que es por excelencia cuna de grandes cataores: Enrique el Mellizo, La Perla de Cádiz, Magandé, Chano Lobato y muchos intérpretes más que engrandecieron ese universal arte.
Desde el año que empezó en serio a rehabilitarse sus maltrechas y carcomidas viviendas, han sucedido muchas cosas y no todas muy agradables ni dan ganas de contarlas. El barrio de Santa María tiene que abrirse y ofrecer lo mejor de sí mismo para su progreso, con sentido común y espíritu constructivo. De lo contrario, seguirá condenado al silencio y al olvido.