Editorial

Perseverar en Afganistán

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A dos meses vista de que la OTAN asuma el mando completo y el control de la operación de asistencia a la seguridad (ISAF) en Afganistán, se han intensificado las acciones de los talibán en regiones del sureste del país, donde han muerto alrededor de 90 rebeldes y 13 policías en las últimas veinticuatro horas creando una cierta sensación de desconcierto entre la opinión pública de los Estados que han enviado tropas allí. España, que ha decidido reforzar su destacamento en la región, sostiene, según afirmaron ayer los ministros de Defensa y Exteriores, que nuestro país debe seguir fiel a su compromiso con la estabilización y democratización de Afganistán porque sin seguridad no hay desarrollo posible. Pese al incremento de atentados suicidas y acciones contra el Ejército de la Coalición, los medios militares mantienen que los talibán no sólo llevan la peor parte, sino que están sufriendo severas derrotas de gran dimensión política porque se producen precisamente en sus feudos, Kandahar y Helmand, donde se suponía que eran poco menos que imbatibles. Kandahar fue, concretamente, el bastión del mollah Omar, fundador del régimen.

Canadá, Holanda y Gran Bretaña ya han aceptado aumentar a fondo sus efectivos y la duración de la misión; España ha comprometido también un esfuerzo adicional en su zona de Herat y Alemania, Francia y otras muchas potencias reticentes a la invasión de Irak, están ayudando a fondo. Esta operación en marcha, de largo plazo, sí está a cargo de una genuina Coalición internacional. La intensificación de operaciones de insurgencia por parte de los restos del régimen talibán que fue derrocado, pero no vencido, pretenden alimentar el descontento de una buena parte de la población civil que está sufriendo los efectos de la inseguridad y la falta de desarrollo visible desde que ya hace cuatro años llegaran al país los ejércitos de la Coalición.

La misión que en julio tomará la OTAN tiene el reto de incrementar el presupuesto dedicado a desarrollo para hacerlo mas perceptible a los ojos de una sociedad que no aprecia verdaderos avances económicos y sociales. Si a esta lentitud exasperante de la mejora de la calidad de vida de la población civil se le añade que la falta de seguridad está provocando una menor presencia de las organizaciones humanitarias habrá que convenir que el país atraviesa un momento crítico y que la comunidad internacional tiene que hacer un gran esfuerzo para no perder el terreno conseguido en estos cuatro años.