No se pase
Actualizado: GuardarNo me resigno a prescindir de mi hipótesis. La que defiende que detrás de todo hay un gracioso con muy mala leche. Y me disculpo por el taco y por la desgarrada inmovilidad de mi postura. No me resigno, que no, que no. Ahí lo tienen. Frente un semanario convertido en elogio inguinal pienso que el enanillo que maneja el cotarro debe reírse a gusto, a mandíbula batiente frente al desfile de nuestra estupidez. Entrepiernas de bañador verde, amarillo, azul, estampado; de shorts negros y claros, de vestidos estratégicamente abiertos. Paisaje anatómico abstracto el de cientos de ingles de idéntica factura, artificialmente púberes, enajenadas de carne al servicio del maniquí. Miro el tejido de arqueadas formas y recuerdo ciertas posturas invertebradas, las patas de la última araña fenecida bajo la babucha. Recuerdo el lamento de una mujer brillante frente al reclamo de un anticelulítico: « Tienes que decirme que ese culo no es verdad». Y vuelvo al bendito enano, riéndose a gusto de todas nosotras. De mí misma, deprimida, mientras me calzo el bañador.
No me resigno a creer que no existe ese genio cínico gastándoselas a gusto a costa de la degradada feminidad y anuncio que no abdico a la poca dignidad que me queda pese a tanto, tanto, tantísimo cachondeo. Y como aún consigo resistir al envite, le digo al gracioso que tampoco se pase... que sea más sutil cuando quiera volver a sus paisajes flacos, a sus pieles de goma tratadas por ordenador... Es cierto que andamos perdidas, demasiado polvo y paja en medio de tantos años cenicientos, aunque tenga cuidado. No somos tontas. Por algo se nos eligió a nosotras. Y vaya con tiento, no olvide que la hoguera de las indignidades se vuelve peligrosamente hacia el varón.