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Las muñecas de marín
Actualizado: GuardarHay algunas declaraciones que se descalifican por sí mismas. Y es lo peor que le puede pasar a un político porque su credibilidad quedará siempre bajo sospecha. Es lo que le ha pasado a Josep Huguet de Esquerra Republicana, cuando propuso la eliminación de souvenirs de identificación española por otros que contengan mayor predominio de elementos catalanes. Y encima carga las tintas contra las muñecas flamencas de Marín, las de siempre, las de nuestra Chiclana. Si lo que pretendió este señor era provocar risas o quedar para siempre en el libro de los disparates más famosos, lo ha conseguido.
No voy a ser yo, ni me pertenece, hablar de los nacionalismos, allá cada uno con su historia. Pero, en cuanto ha tocado a nuestra Andalucía le tenemos que recordar algunas cosas al señor Huguet. Su pretendida nación no podrá entenderse jamás sin la presencia de los nuestros y en el alma profunda de Cataluña están los miles de obreros andaluces que han llevado hasta allí desde cantes flamencos a ferias de primavera. Recuerdo que, con ocasión de un viaje profesional a Barcelona, tomé un taxi que conducía un inmigrante sevillano, quien llevaba más de 40 años allí. Era más andaluz que los andaluces y, al tiempo, más catalán que los catalanes.
Como si estuviera agradecido a aquella tierra de promisión que le permitió criar a sus hijos, pero con su corazón latiendo por nuestra tierra. Formaba parte de una peña flamenca de Badalona y de la Hermandad del Rocío de allí, montaba caseta con los suyos en la feria de abril catalana y, en su radio, sonaban las sevillanas de Radio Taxi continuamente. ¿Cómo se puede obviar miles de realidades socio-culturales como ésta?
Y ahí están las pobres muñecas de Marín pagando el pato de la ignorancia, como si fueran acaso un símbolo más allá de lo artístico. Huguet tocó al flamenco y lo propuso como simbología española, sin saber que es más que posible que el Mundo entero conozca más a Cataluña por Carmen Amaya y el flamenco que por la sardana. Qué pobre sería la cultura sin el intercambio de unos pueblos a otros de sus valores. Tan pobre como algunas intenciones.