Nunca jamás
Actualizado: GuardarNo queremos crecer, de ninguna manera vamos a convertirnos en personas adultas y, sobre todo, no deseamos adquirir ningún tipo de responsabilidad más allá de la estrictísimamente necesaria. Éstas son las normas a seguir, los mandamientos que rigen este mundo de eternos adolescentes en el que hemos decidido -¿realmente lo hemos decidido nosotros?- vivir.
Buscamos sin descanso experiencias excitantes, saborear el riesgo, llegar a un lugar que nadie antes logró alcanzar, huir de la monotonía y olvidar que somos demasiado parecidos a los demás, que hemos perdido nuestra individualidad entre la ropa de marca, los viajes a Punta Cana y la PlayStation.
De vez en cuando, conseguimos abrir un poco los ojos y descubrimos que, al igual que en Matrix, creemos habitar en una sociedad, en un país, en un planeta que realmente no existe tal y como lo imaginamos. Ese País de Nunca Jamás no es más que una sombra chinesca, el reflejo de una realidad que observamos con un prisma deforme, pero no se asusten, que no cunda el pánico. Los momentos de lúcida visión sólo suelen durar unos minutos, que coinciden con el tiempo en el que se acaba el informativo o pasa de largo ese mendigo impertinente. Además, qué culpa tenemos nosotros de que el mundo sea como es. No hemos sido los primeros en llegar ni tampoco seremos los últimos en irnos, que se encargue de arreglarlo quien corresponda. Lo malo, peterpanes, es que quienes terminan por manejar nuestras existencias son los capitanesgarfio. Y nosotros aún creemos que podemos escapar porque sabemos volar, todavía no nos hemos dado cuenta de que se han quedado con todos los pensamientos felices.